JUSTO en las vísperas de estas elecciones de 2011 se ha producido un hecho insólito en lo que, de momento, ha dejado Rodríguez Zapatero de este desdichado país llamado España, tras el Gobierno más desafortunado que se recuerda en muchos siglos de historia. Sencillamente, aunque se le adorne con las consabidas mentiras piadosas y de las otras, en que es un experto el señor Zapatero para restarle gravedad a la cosa, se trata de una auténtica rebelión, afortunadamente, no violenta, que ha protagonizado nuestro pueblo para mostrar su disconformidad con el Gobierno y los políticos, a los que exige un cambio inmediato.

Los telediarios de la televisión, pública y privada, se han pasado de sus habituales espacios para dar, constantemente, noticias de la masiva concentración de estudiantes y de vecinos que se unen a la protesta en la céntrica Puerta del Sol de Madrid. Concentración que ha durado, día y noche ininterrumpidamente, desde más de una semana atrás y durará otra semana más, según los concentrados, a los que se van uniendo cada vez más vecinos, que les traen comida y prendas de abrigo.

Los reunidos, que han soportado aguaceros y malos tiempos a lo largo de estos días, utilizan paraguas y tiendas de campaña desmontables para abrigarse. Y los responsables del Gobierno y de los partidos unos los alientan a que sigan en la protesta y otros como los socialistas y el mismo Zapatero, culpables y blanco de las protestas, dicen que la disconformidad es lógica y que existen causas que la justifican, lo que ha asombrado a todo el mundo, porque el Gobierno socialista es, precisamente, el culpable de la situación.

Es posible que este comentario llegue al lector "a toro pasado", porque lo escribo casi al filo del día electoral, pero no deja de tener interés informativo, que es lo que interesa.

Creo que, que se recuerde, nunca se ha producido en España una protesta de esta importancia contra el Gobierno, antes, durante y después de proclamada la descafeinada democracia, que, en lugar de favorecer al pueblo, le ha obligado a pasar por lo más parecido a un calvario, con el galopante desempleo, las restricciones en materia de pensiones y, en general, Seguridad Social, cortapisas en la sanidad y en la enseñanza y otra serie de incomprensibles irregularidades como las muertes de indigentes, como acaba de ocurrir en una ciudad de tanta importancia en el conjunto nacional como Santa Cruz de Tenerife.

Cuando terminen las concentraciones, que no solo han ocurrido en Madrid, sino también en Barcelona, Granada, Sevilla, Valencia y otras ciudades. Se ignoran las consecuencias y ojalá no pasen de lo verbal y de las aglomeraciones con banderas, pitadas y megáfonos, porque pueden ser más serias, si esta juventud y, en general, esta sociedad, poco contralada y razonablemente indignada, copian métodos foráneos, que no consisten, precisamente, en abrazar y jalear a quienes consideran responsables de la negativa e insoportable situación en que vive el pueblo español por ineptitud de los políticos y de los gobernantes.

Y termino este comentario poco optimista deseando, que no esperando porque conozco a los candidatos, que el domingo 22 hayan salido elegidos los mejores, de los que, desafortunadamente, hay pocos, y ojalá me equivoque.