A PESAR de que las autoridades de distintos municipios de Tenerife donde se desarrolla una importante actividad turística hacen lo imposible por conciliar el sosiego con la diversión entre los visitantes, el arbitraje resulta cada vez más complicado al proliferar en los últimos tiempos las macrofiestas, opuestas absolutamente a la inclinación de muchos viajeros hacia el senderismo y la calma. Y es que este tipo de reuniones terminan, casi siempre, en escándalos insoportables. Hace casi un año, nos hacíamos eco aquí mismo de los problemas con los que se encontraba la Policía Local de Adeje con varios establecimientos que no reunían los permisos necesarios. Casi nadie duda en elegir Costa Adeje para el esparcimiento; por sus playas, por sus magníficos hoteles y por un montón de lugares donde se pueden encontrar todo tipo de distracciones, alta gastronomía y rincones donde disfrutar de un buen rato de música y copas... con volumen equilibrado. Y aquí es donde comienza el problema. Desde Santa Cruz, donde un grupo de vecinos mantuvo un enfrentamiento serio con el ayuntamiento ante la barbaridad de los decibelios incontrolados que se colaban por las rendijas de sus casas, hasta los sufridos residentes en el sur, las denuncias comenzaron a aumentar desde la década de los ochenta del siglo pasado. Los locales de ocio están sujetos (unos pocos lo olvidan) a una o varias inspecciones por técnicos que manejan equipos limitadores de la emisión sonora. Los ayuntamientos, como no podía ser de otra manera, se han puesto manos a la obra para asegurar el descanso y el bienestar de los vecinos próximos a estas zonas, y los resultados, aunque no llegan aún al cien por cien, caminan en la reducción considerable del número de críticas. Algunos siguen sin enterarse.

No es entendible que en la zona donde se ubican los mejores hoteles de Tenerife se encuentren, asimismo, ciertos locales que, como mínimo, no cumplen con las normas que definen hasta dónde pueden llegar los ruidos. Las noticias que relatamos el pasado año se han vuelto a repetir... pero a peor. Habrá que preguntarse qué pensarán los asiduos clientes que presencien este tipo de aglomeraciones y escuchen ese insoportable estruendo que algunos se atreven a calificar como música. Entra en lo posible que quienes eligen nuestra tierra puedan decidir no repetir o, lo que es peor, abandonar al siguiente día las instalaciones hoteleras. Esta preocupación ha llegado hasta los rectores de Ashotel, y así lo manifestaron a este periódico. En el transcurso de una reunión festiva celebrada en un club de Costa Adeje, con asistencia de unas quinientas personas, después de las repetidas e innumerables denuncias, tuvo que cerrar sus puertas ante la invitación de la Policía de Adeje, que, simplemente, se limitó a cumplir con su deber aplicando la ley a quien no tiene permiso para explotar su negocio sino como bar-restaurante y no como sala de fiestas. En palabras de un responsable municipal: "Esto no aporta nada al turismo y es mucho lo que lo perjudica".

Entre los organizadores o empresarios que convocan estos botellones (al final todo termina en esta fórmula alcohólica) se encuentran personas ligadas, de una forma o de otra, al sector turístico... y oficial. Aquí, en Santa Cruz, los vecinos de Cabo-Llanos tuvieron que soportar durante años la cascada de decibelios que cada fin de semana, sin autorización municipal, llegaba hasta sus viviendas. Ahora, después de que la justicia actuó, se vive en una especie de "impasse" que todos desean que dure poco para que se produzca la reapertura de las piscinas, y otros, con prontitud también, en busca de que se otorguen las concesiones soñadas para celebrar fiestas. Que quede claro que no estamos incitando al cierre generalizado de cualquier negocio que se dedique a esta actividad. Lo que se reclama, y creemos que los ayuntamientos van por la misma senda, es que se cumpla la ley, y esta obliga a instalar unos equipos que limiten la emisión sonora, y, por tanto, se logrará que todos los clientes, todos, pasen un rato agradable en estos locales y que las diversiones terminen con la misma alegría con la que fueron organizadas y no con un desagradable desalojo masivo. Es necesario el desplazamiento hacia lugares del extrarradio para que ocio y ruido puedan ser, alguna vez, compatibles. Costa Adeje no puede seguir avisando del perjuicio que se le causa a nuestra primera industria.