HACE unos meses comenté en esta columna una información publicada en este periódico según la cual la industria de refinado de petróleo de la empresa Cepsa (Compañía Española de Petróleos, Sociedad Anónima), establecida en Santa Cruz de Tenerife, cambiaría de dueños y, posiblemente, de regidores y de personal responsable. Sugerí, entonces, la posibilidad de que, con nuevos propietarios, las administraciones de la isla y de la capital no tendrían los mismos compromisos que con los hasta ahora propietarios de la industria, por lo cual, con el ofrecimiento de otros terrenos para la instalación de la fábrica, la ciudad de Santa Cruz podría recuperar los espacios de la actual refinería que, por su situación y las características de su suelo, servirían para ampliar la población con esos terrenos que nunca debieron ocuparse por una industria de esta clase que implica evidentes peligros, por tratarse de manipulación de sustancias inflamables, al estar situados, prácticamente, dentro mismo del área urbana.

Hasta ahora, las posibles gestiones ante los dueños de la firma para un traslado de la industria a sitios más idóneos de la isla no han tenido éxito, y la refinería, aunque con sistemas de seguridad que, afortunadamente, han sido eficaces en algunos incidentes menores, sigue echando a la atmósfera gases posiblemente tóxicos, aunque no en cantidad para afectar a la población, ya que muchas de las casas de la avenida 3 de Mayo y otras vías muy pobladas y transitadas se sitúan más cerca de lo debido del recinto industrial.

Hay novedades sobre el tema, según publica este diario en su número del pasado jueves, tras reunirse la junta de accionistas de la empresa, en la cual el presidente de Cepsa, don Santiago Bergareche, anunció que "la situación accionarial de la firma cambiará en las próximas semanas y el lanzamiento de la opa del fondo de Abu Dabi sobre la totalidad de la empresa petrolera española es inminente, y posiblemente en junio la operación estará cerrada". A esa reunión asistieron representantes de Total e IPIC, que tienen, respectivamente, el 48 y el 47 por ciento de Cepsa.

Según el señor Bergareche, esta operación abrirá nuevas oportunidades a la refinería de Tenerife, tanto en el mercado local como en exportaciones al norte de África. El consejero delegado de Cepsa dijo, por su parte, a los accionistas que no es buena la rentabilidad de la refinería tinerfeña y dio cuenta de otros datos como que "esta refinería es atípica, con más de setenta años de antigüedad y que no tiene mucha conversión". Respecto al Plan General de Ordenación de Santa Cruz, el consejero delegado dijo que el Ayuntamiento no puede exigir ni el cierre ni el traslado de la refinería, que eso es cosa del Ministerio de Industria, como señala la ley. Añadió que no está previsto ningún traslado. O sea, que, según ese directivo de Cepsa, la refinería se quedará donde está, Santa Cruz no recuperará el antiguo solar que cedió a la industria hace cerca de un siglo y la ciudad no podrá extenderse mientras el peligro sigue amenazando y los gases afectando a la atmósfera. En cuanto a la empresa, cambia de dueños para hacerse más rentable. Eso, para Cepsa, es lo primero, aunque no lo sea para los santacruceros.