UNA VEZ, hace tres o cuatro años, y ante una situación parecida a la que hoy comento, publiqué en esta columna un artículo en defensa del Mariposario del Drago que alguien había establecido y abierto al público como atracción, en el municipio de Icod, contra el cual, creo recordar que el Ayuntamiento icodense y algunas organizaciones de la ciudad, sostenían una especie de guerra vecinal para que fuera destruido y desapareciera del mapa.

No sé si antes o después de publicarse ese comentario mío recibí una carta del propietario o propietarios del curioso recinto, en la que me explicaban la ubicación y la función del mariposario y la persecución de la que los dueños estaban siendo objeto para obligarlos a cerrar y desmontar esa verdadera exposición de la curiosa especie animal que no sé exactamente en qué campo se clasifica.

Que uno sepa, las mariposas no son insectos que piquen a la gente y que molesten cantando como los grillos o como ciertos pájaros no cautivos que suelen vivir en casi todos los jardines. En la misiva citada su firmante me contaba la persecución de que estaba siendo objeto, pero se resistía a arrojar la toalla.

No quiero asegurar, porque no me consta, que el comentario publicado en este periódico fuera el que produjo el cese del acoso, porque, después de aquello, no tuve más noticias del mariposario ni positivas ni negativas, y pensé que había habido un entendimiento entre las partes, porque hasta ahora el tal recinto no había salido otra vez a la prensa y creía que estaba funcionando como lugar atrayente para aficionados y curiosos, porque mientras la gente odia a los mosquitos y las cucarachas, admira a las mariposas por su gran variedad, sus muchos colores y lo agradable que es encontrarse en un lugar donde esos bellos ejemplares andan sueltos.

Nunca comprendí por qué ciertos personajes, algunos influyentes, de Icod no podían ver a las mariposas y eran enemigos de ese recinto de bellos insectos voladores, de los que, a pesar de lo fácil que es crearlos, reunirlos y mantenerlos, no abundan en estas islas donde se crían y viven tan bien. Además, los mariposarios, por la originalidad y variedad de las especies que en ellos viven, son verdaderos centros de atracción para los turistas y para gentes del país, en especial los niños, porque, en lo que respecta a Tenerife, no sé de la existencia de otros mariposarios como no sea en Icod, ciudad que debería sentirse orgullosa de poder mostrar al visitante y al natural del pueblo esa atrayente exposición de algo poco visto por lo menos en Canarias, y que es como un regalo de la Naturaleza.

Extraña también que quien pida al alcalde de la ciudad no solo el precinto de la instalación, sino la demolición del inmueble donde está instalado, sea la presidenta de la Asociación para la Defensa del Patrimonio Histórico de Icod (Adphy), doña Teresa Fernández Falcón, y que la mención como causa, el incumplimiento de sentencias, que son las del período de acoso. Adphy, que entiendo se trata del grupo que forman los protectores del patrimonio, da un previo aviso al propietario, con advertencia de que incumple lo ordenado, así como la aplicación del Plan General de Ordenación, que debe ser revisado al respecto. Total, que con estas peticiones, denuncias y aplicación pendiente de las sentencias que alegan los denunciantes, se prevé que el Mariposario de Icod puede tener sus días contados pese a que el municipio sea el que más pierde con su desaparición.