EN UN MOMENTO de crisis económica como el que estamos padeciendo, es fácil darse cuenta de que si hay un sector que está experimentando un auge espectacular es, sin lugar a dudas, el de las tiendas que se dedican a la compra de oro. Están por todas partes y se las distingue claramente por sus llamativos carteles amarillos con grandes letras de color negro que anuncian: "Compro oro". Así, podemos afirmar que la fiebre del oro ha llegado también a Canarias. Al menos la fiebre de la compra de oro. En poco más de un año los establecimientos que se dedican a adquirir oro se han multiplicado.

Efectivamente, desde hace unos años, cuando la delicada situación económica que vive y sufre la población de nuestro país se cebó en las economías más modestas, donde el desempleo impedía que muchas familias pudieran obtener alguna renta por su trabajo, el trueque del oro y joyas a cambio de dinero empezó a hacerse más patente. Primero, mediante el empeño de estas alhajas en los Montes de Piedad de las Cajas de Ahorros, y, posteriormente, en las cada vez más abundantes tiendas de "Compro oro", que compiten entre sí para ofrecer el máximo dinero por gramo de oro, como así lo propagan en los carteles de sus tiendas, anuncios en los periódicos e internet y hasta en los papeles de propaganda con los que nos llenan los buzones del correo de nuestras casas o en los limpiaparabrisas de los coches estacionados en las calles. Las necesidades económicas y la urgencia de las familias modestas por conseguir dinero rápido han hecho proliferar los negocios de la compra de oro en toda España. Y en Canarias no iba a ser menos. Nunca han existido locales dedicados exclusivamente a esta actividad en estas islas, pero las circunstancias y las posibilidades de negocio han hecho que surjan por doquier en apenas unos meses.

Las personas que acuden a estas tiendas son, normalmente, familias que están pasando por apuros económicos, con bastantes dificultades para llegar a fin de mes, por lo cual se ven obligadas a vender las joyas de oro que tienen en casa, bien por herencia, por regalo o porque las habían adquirido en momentos de bonanza económica.

Puede que los ingresos familiares no den para mucho, o para nada, y lo más importante sea poder poner un plato de comida caliente en la mesa antes que conservar un anillo, una pulsera, unos zarcillos, etc. Ese es el drama que sufren algunas familias por causa de la crisis y el desempleo que padecemos, y por culpa de la desastrosa gestión económica del Gobierno socialista del señor Rodríguez Zapatero. Sea cual sea la razón, lo cierto es que detrás de cada venta de esas joyas se esconde una historia. La mayoría son tristes y en ocasiones dramáticas. Así, no es de extrañar que algunas personas, al tener que vender una joya que tenga un valor sentimental para ellas, por ser un recuerdo de familia o un obsequio que con tanto amor les hizo su ser querido, derramen algunas lágrimas sobre todo cuando la tasación decepciona. Pero, realmente, más lágrimas produce no tener dinero para poder dar de comer a los hijos, que no entienden nada del drama que viven sus padres.

En la operación de compra-venta, el joyero comprueba que la prenda es realmente de oro, así como su calidad. Hecha esta primera comprobación, se pesa la pieza, se multiplica por el precio del día, ya que, como la Bolsa, el oro fluctúa todos los días, y se le ofrece un precio al propietario, aunque, lógicamente, el precio no siempre responde a las expectativas del vendedor, porque existe mucha diferencia entre el pagado en una joyería y el que ofertan estas tiendas. Téngase en cuenta que los comerciantes suelen destinar la mayoría de las joyas que adquieren a la fundición, pues ellos solo valoran el oro, no el diseño, que es lo que más suele subir el precio en una pieza comprada en una joyería. Es decir, todo vale según su peso en oro; no importa que la prenda lleve piedras, a no ser que sean brillantes.

Dada las diferencias del precio que ofrecen estos comerciantes, conviene recorrer varias de estas tiendas en busca de la mejor tasación, pero sin olvidar que una vez vendida la joya ya no se podrá recuperar.