PUEDE que el orden de los factores no altere el producto -siempre que utilicemos una multiplicación conmutativa, claro, aunque hoy no voy a hablar de matemáticas- pero acaso el orden de los enunciados sí interviene en el resultado de un razonamiento. Asegura un señor llamado Fernando Sabaté, candidato de Sí se puede a no sé qué, que los casi 3.000 millones de euros que costaría la implantación de unos trenes de alta velocidad en Tenerife representan, junto a la "ineficacia" de estos medios para la movilidad, un importante impacto ambiental y centenares de expropiaciones. Si ponemos las expropiaciones en primer lugar, de acuerdo.

Cuando salgo de mi casa camino del trabajo, o de lo que sea, al igual que cuando regreso, me cruzo con numerosos carteles colgados en las fachadas de chalés. Algunos señores "ricos" no quieren que un tren, ni siquiera subterráneo al paso por la proximidad de sus casas, les altere su descanso en el chozo que se han construido. Concurre la casualidad que a algunos de esos mismos señores no les importa sentarse en la terraza de un bareto hasta después de media noche molestando con su conversación beoda, y el humo de su vicio tabaquero, el descanso de personas que al día siguiente tienen que madrugar para rendir en sus empresas. ¿Cómo era eso de primero yo, después yo y siempre yo? Bueno, también se decía en el Puerto de la Cruz, cuando yo andaba por allí en pantalón corto, que la luz que va delante es la que alumbra. O, análogamente, el que viene detrás, que se busque la vida.

Argumentos todos ellos, eso ni siquiera me lo cuestiono, que le importan un bledo a los señores de Sí se puede; un partido político -dicho sea pidiendo disculpas de antemano a los auténticos partidos políticos- oportunista y demagógico donde los haya. Porque los carteles contra el tren no sólo los cuelgan de sus chozos cuatro nuevos ricos venidos a más en su ridiculez; también lo hacen otros que viven, en apariencia, de forma más modesta. Un buen caldo de cultivo, en cualquier caso, para arañar algunos votos. La seriedad de los argumentos es lo de menos.

Defiende "Sí se puede ser oportunista", por boca del tal señor Sabaté, un modelo de transporte sustentado en la guagua y en el taxi con carriles específicos para ello. Les sugiero a este señor, y a todos sus correligionarios en la demagogia, que inviten a alguna de sus conferencias a Ruiz Gallardón y a Esperanza Aguirre, alcalde de Madrid y presidenta de su Comunidad autónoma, para convencerlos de que eliminen la envidiable red de transporte ferroviario con que cuenta la capital española sin haber renunciado, por supuesto, ni a una sola guagua, ni a un solo taxi. Invitación que podrían hacer extensiva a las autoridades municipales de París, Berlín o Colonia, por citar únicamente a tres ciudades europeas en las que he estado recientemente, para que no inviertan ni un euro más en sus tupidas redes de trenes. Bien es verdad que como apuntarse al tren no tiene gracia porque ya se ha adelantado el teutón, pues se apunta uno a lo contrario.

Por lo demás, si algún ecologista europeo -o de cualquier lugar del planeta- oyera decir que un tren es desaconsejable desde el punto de vista paisajístico y ambiental, pensaría que no tiene frente a él a una persona normal sino a un loco de remate.