JUEVES SANTO es el día en que conmemoramos la preciosa herencia que Jesús, antes de morir, dejó a la Iglesia. Esta herencia es la Eucaristía. La esencia de la Eucaristía es el amor. Por eso, el día del amor fraterno, el día de Cáritas. Como dice una oración, el amor hace nuevas las cosas. El amor nos rejuvenece; amar nos devuelve la juventud.

Jesús, al celebrar su Pascua, establece una Nueva Alianza. Ya no se mata un cordero. Ahora la ofrenda del altar es Él mismo. La ofrenda es toda su vida hecha de amor. Su sacrificio será realidad el Viernes Santo, en la cruz. Cuerpo entregado y sangre derramada. Ahora en la Cena, el sacrificio se anticipa en los dones ofrecidos: pan y vino. Un sencillo ceremonial para un sencillo mandamiento: "Haced esto en conmemoración mía". Este es el misterio de la fe que renovamos, gracias al don del sacerdocio, que también es instituido por Jesucristo y dado a la Iglesia para siempre. En cada Eucaristía, en las miles de Eucaristías que se celebran en el mundo, hacemos real y nuevo el amor de Jesús en medio de nosotros.

Sin embargo, a muchas personas les cuesta trabajo creer hoy en este amor, porque, como dice el Papa en su mensaje para la JMJ Madrid 2011, "la cultura actual en algunas partes del mundo, sobre todo en Occidente, tiende a excluir a Dios o a considerar la fe como un hecho privado, sin ninguna relevancia en la vida social. Aunque el conjunto de los valores, que son el fundamento de la sociedad, provenga del Evangelio -como el sentido de la dignidad de la persona, de la solidaridad, del trabajo y de la familia-, se constata una especie de eclipse de Dios, una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida".

Parece que es un diagnóstico bastante acertado este "eclipse de Dios", especialmente entre la gente más joven, porque cada generación es hija de su tiempo. Lo observamos con preocupación en nuestra realidad. Sin duda, no es fácil permanecer "firmes en la fe", como dice el lema. Pero para quien se acerca a Cristo, para quien mantiene la fe en su Evangelio, el amor de Jesús se hace sensible y visible. De nuevo, son muy claras y bellas las palabras de Benedicto XVI a los jóvenes, válidas para todos los cristianos: "Para nosotros es posible tener un contacto sensible con Jesús, meter, por así decir, la mano en las señales de su Pasión, las señales de su amor. En los Sacramentos Él se nos acerca en modo particular, se nos entrega. Queridos jóvenes, aprended a ver, a encontrar a Jesús en la Eucaristía, donde está presente y cercano hasta entregarse como alimento para nuestro camino. Entablad y cultivad un diálogo personal con Jesucristo, en la fe. Conocedle mediante la lectura de los Evangelios; hablad con Él en la oración, confiad en Él. Nunca os traicionará. Así podréis adquirir una fe madura, sólida, que no se funda únicamente en un sentimiento religioso o en un vago recuerdo del catecismo de vuestra infancia".

Que el amor de Cristo hecho realidad este Jueves Santo nos toque el corazón y nos mueva, como Jesús, que lavó los pies de sus discípulos, al servicio de nuestros hermanos.