HACE TIEMPO que escucho cómo políticos, contertulios y periodistas, utilizan esta frase, aplicándola, no sé si adecuadamente, a lo inútil que significa el ahorro en determinadas partidas de gastos. La semana pasada, un columnista de este diario defendió a los parlamentarios españoles que están en Europa, porque, debido a la cantidad de viajes que hacen al año, merecen hacerlo en primera clase, y no mezclarse con el populacho de la clase turística. No sé si tales afirmaciones de este magnífico escritor, de pluma ágil y amena, fueron una simple pájara, o su intención era ser irónico y gracioso; pero, sin el menor ánimo de ofender, creo que se pasó.

En algunos países europeos muchas autoridades gobernantes utilizan el transporte público para desplazarse a sus trabajos, y nos les duelen prendas mezclarse con la plebe. Un ministro inglés vino a España, concretamente a Granada, en un avión en clase turística y se hospedó en un hotel de tres estrellas. Yo a ese lo llamo austeridad, y no entiendo qué "poderosas" razones puede tener un parlamentario español para no mezclarse con un jubilado de bocata de chorizo, cuando vivimos una crisis aguda que nos atormenta a todos. Los números cantan: 50 parlamentarios españoles en Europa, con un mínimo de dos viajes por semana, a lo largo de unas 50 semanas al año, respetando vacaciones y asuntos propios, son cinco mil viajes. El precio del billete varía según origen y horario, pero podemos ponerlo a una media de 300 €, sin pensar en lo que pueda costar en "business". No sé cuánto es el gasto real, pero a mí me sale 1.500.000 euros. Ese es el coste de tener un Parlamento Europeo, y las cifras no tendrían mayor inconveniente si a estos gastos no se sumaran desplazamientos a Península, al Congreso, Senado, o ferias, de consejeros, concejales, funcionarios o asesores, que hacen lo propio, o sea, viajar en primera. Vaya pila de millones de ahorro podríamos tener, si lo hicieran en turista, o mejor, si no gastaran en viajes absurdos e innecesarios para la situación que vivimos.

Estamos en el país del derroche, y los gastos superfluos, en vez de disminuir, se incrementan hasta cifras descomunales. El despilfarro no está solo en los viajes, no se puede permitir que el señor Zapatero tenga cientos de asesores, y mucho menos que cualquier político de una pequeña población tenga los suyos. Coloquen en los puestos gente preparada, con estudios y con experiencia en gestión. El desmadre no tiene comparación con ningún lugar de la vieja Europa, y por eso España está cada día más atrasada. Con ahorro y austeridad se pueden financiar mejor los tres pilares básicos de la sociedad: sanidad, educación y justicia (por cierto, por falta de dinero precisamente, siguen atrasados los juicios de los candidatos imputados por corrupción que se presentarán en mayo próximo); y, por supuesto, mejorar industria, agricultura, turismo, cultura, y tantos apartados que permitirían que España volviera a ocupar un lugar entre los veinte países más importantes. Esto es una rueda que gira siempre en el mismo sentido; con una buena gestión se recupera el trabajo, se genera más consumo, más necesidades de empleo, y menos gente en el paro.

Aquí, en Canarias, vamos a contracorriente, y siempre con excesos. Políticos con chófer esperando en la puerta cuando su trabajo está a menos de un kilómetro de casa. A otros los esperan mientras están en una tertulia radiofónica. Altos cargos de consejerías y concejalías que se desplazan en el centro de Santa Cruz en coche. Esto es un disparate donde escasea el sentido común, la responsabilidad y la seriedad. Más chocolate del loro en un país patas arriba.

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