KANT anduvo por los vericuetos de la razón política y cuestionando la Ilustración llego a decir que esta se daría si hubiera el coraje suficiente para utilizar el propio pensamiento y que la razón hiciera fracasar el dogmatismo establecido que rodeaba a la sociedad y al poder político del momento. Se encontró esta razón más tarde con las elucubraciones de la Escuela de Frankfurt, donde Habermas, con su teoría de la comunicación empatiza de alguna manera con el filósofo de Konigsberg.

El cuestionamiento de la política ha significado la evidencia de su crisis actual debido, sobre todo, a la carencia de intelectuales que la manejen, siendo este el peor síntoma de la pérdida ontológica de la razón política. Como si se pudiera confirmar la finiquitud de la misma.

Los límites de la política se han perdido y todo se entremezcla. Es un revoltillo donde inciden en su mismo cogollo el poder económico, muy dominante, casi decisivo; el poder militar, donde en países como EEUU manda, decide más aún que el presidente Obama, rehén del Pentágono; y la evidencia más palpable de la pérdida de esa razón es en los gobiernos dictatoriales y sanguinarios que se han desarrollado en África y Asia y que han roto todos esos cercos que la política tradicional ha levantado en torno a los pueblos y que, sometidos a una rebelión, tardarán en recomponer esa razón política hoy oculta.

Es la política la manera más fidedigna y certera para ordenar el mundo, para ponerlo en rodaje sin trampas ni rampas; es la política con su razón la que debe prevalecer en la toma de decisiones si es la creatividad y la audacia lo que se tiene en la mente de aquellos que la ponen en práctica; cuando no es así el desmoronamiento es incesante y terminará convertida en una simple montaña de polvo inservible que se disipa con los primeros vientos que soplando llegan a ella.

La razón política se esconde, muchas veces, tras los cortinajes de las desidias y de las incapacidades, pero también intenta expandirse para encontrar el campo donde poder desarrollarse, que es la política para darle cobertura y dotarla de la enjundia suficiente para evitar que razón y política se separen, vayan cada una por su lado, lo que daría un resultado cicatero no solo en contra de la razón sino de las decisiones a adoptar.

La razón es un constructo, una categoría superior que si los pensadores de la propia Ilustración y los postmodernos debatían para sacar su máximo provecho en la defensa y adecuación de la sociedad, en la política encontraron el campo más amplio y el único para obtener ese planeamiento estructural de la misma evitando la dicotomía que la razón fuera por un lado y la política por otro, cuando esto es así, ni política ni nada, siendo la sinrazón la diosa del esperpento, de la incapacidad manifiesta y, sobre todo, la evidente derrota del pensamiento.

Foucault también critica y cuestiona la razón política desde una visión estructuralista de la sociedad y no logró entender el modo poco racional en que los "normales" trataban a los enfermos mentales durante el Siglo de la Razón, pretendiendo dejar que la razón pusiera orden en todo lo que circulaba alrededor de la sociedad donde la política era un espécimen categórico sin darle una supuesta relevancia desde un desbrozamiento arqueológico del poder. Pensó así una vez superada su fase de militancia política alineándose con la razón política hoy resquebrajada y en vías de la irracionalidad.

Y a veces es la irracionalidad la que abre sus compuertas y sale a través del visceralismo dándose el caso que muchas veces este se pone en práctica más que el cerebro, pero en la actual componenda mundial y local, si se quiere, o se usa la razón y se introduce esta en la política formando un único cuerpo, o si no, sin este maridaje solo cabe esperar el desequilibrio de una borrachera que no cesa.