NO HACE falta que José Miguel Pérez, presidente del Cabildo de la isla redonda y candidato socialista a la presidencia de Canarias, ponga como condición para un "gran pacto" después de las elecciones de marzo la firma de un, a su vez, "gran acuerdo" para combatir el paro regional. A mí que alguien del PSOE, partido soporte del Gobierno que ha alcanzado la cifra récord -y con diferencia- del desempleo en la historia de España, hable de un pacto, o de lo que sea, para combatir el desempleo, me suena como el caso de un ex dirigente de UGT. Un señor que vivía como si fuese un alto ejecutivo de una importantísima empresa. Mantenía su residencia habitual en Tenerife pese a que su puesto de liberado lo desempeñaba en Madrid. Cada fin de semana viajaba a la isla con cargo al sindicato. Y como alguien de su importancia no podía desplazarse en transporte público -ni siquiera en taxi-, alquilaba un coche para el trayecto hasta su casa. Un vehículo que dejaba aparcado a la puerta de su domicilio hasta que el domingo por la noche o, como muy tarde, el lunes por la mañana, desandaba el camino hasta el aeropuerto para regresar a Madrid. En un par de ocasiones coincidimos pero sólo en el momento de embarcar, porque él siempre viajaba en primera.

Una vez fui a buscarlo a la sede de UGT en la madrileña Avenida de América. Habíamos quedado para comer. Pensaba que almorzaríamos en algún bareto de los alrededores, rodeados de obreros con el mono al uso para ir al curro. Ingenuo que es uno. Fuimos a un restaurante de postín cuyo nombre omito por pudor de clase. "¿Reservaste mesa?", quise saber temeroso de que al final no nos quedara otra opción que el bareto de los currantes. "No hace falta". Desde luego que no hacía falta. Apenas entramos, vino el maitre corriendo a saludarlo. "¿La misma mesa de siempre, don…?", le preguntó solícito doblando la cintura en señal de complacida reverencia. En aquel momento pensé que el cartel que había visto en la fachada del sindicato con la inscripción "Casa del pueblo", en realidad debería decir "Casa del pueblo saqueado". Lo pensé, pero no dije nada.

Aquel dispendio, evidentemente, no podía seguir. Al final los propios compañeros del no citado se levantaron contra él. Ya entonces por el agujero económico cabía un camión con remolque. Lo curioso del caso es que el sindicalista en cuestión se ofreció para presidir la comisión gestora nombrada de oficio para intentar arreglar el desaguisado.

Desconozco si José Miguel Pérez acude a restaurantes donde el jefe de los camareros lo reconoce de inmediato como cliente distinguido. Supongo que a alguno habrá ido, como todo el mundo, sin que eso le suponga la condición de parroquiano habitual. Tan sólo digo que el asunto del pacto contra el paro, además de tener tanta gracia como lo del dirigente ugetista, resulta esencialmente superfluo a tenor de lo que me dice alguien, habitualmente muy bien informado -vive de ello- de lo que sucede en las cocinas de CC: el acuerdo con los socialistas ya está listo. Gane o no, el PP de Soria se quedará como un santo sin ningún altar; ni el Cabildo amarillo, ni el tinerfeño, ni la alcaldía de la capitá, ni la de Santa Cruz. Nada de nada, salvo oposición de pan y agua. Y no un año, hasta marzo de 2012, sino cuatro. Otro día les cuento más.