AYER MISMO me comentaba un amigo que las intenciones, respecto a determinado asunto, son tales y cuales. Le respondí que me parecía perfecto, aunque tuve a bien recordarle lo que suele decirse del camino hacia el infierno: está empedrado de buenas intenciones. Lo mismo cabe atribuirle a esa manifestación voluntariosa -pero nada más- de Paulino Rivero sobre la prioridad de los canarios a la hora de acceder a los puestos de trabajo en las Islas. Alude el presidente del Gobierno regional a dos sentencias del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas que han dado la razón al Ejecutivo autonómico, al establecer que sus medidas potenciadoras del empleo local no son xenófobas. Al mismo tiempo pide a los empresarios que den prioridad a los canarios en las contrataciones. Por ahí hay que empezar, pero eso no es todo; más bien se queda el presidente en el principio.

Me cuesta asumir que un empresario, sea canario o murciano, contrate a una persona después de leer su lugar de origen en la partida de nacimiento o en el carnet de identidad. Los empresarios buscan a personas en función de lo que puedan pagarle -algo que depende la mayoría de las veces de lo que quiera cobrar el aspirante al empleo- y, sobre todo, del beneficio que puede generar el operario en cuestión. Factor este último vinculado a la formación profesional, pero también a las actitudes de cada cual. Lo he contado alguna vez pero no está de más recordarlo: en tiempos de Adán Martín como presidente se organizaron un par de cursos sobre la correcta actitud laboral. No sobre formación laboral, sino sobre buenas costumbres en el asunto de ir diariamente al curro. Por ejemplo, no llegar a las nueve y cuarto si la jornada empieza a las nueve, o no salir cada diez minutos a fumar un pitillo, o no estar media hora al teléfono hablando de asuntos particulares (por añadidura, con cargo al teléfono de la empresa), o algo tan esencial como acudir al puesto de trabajo aseado y pulcramente vestido. No con un traje de marca, no se trata de eso, pero tampoco en cholas y bermudas. Y a estas alturas, más de uno y más de dos sigue presentándose en sus empresas con cholas y bermudas; incluso en invierno. Todo ello sin olvidar otras diligencias que, si bien no son exigibles con el Estatuto de los Trabajadores en la mano, conviene tener presente a la hora de encontrar colocación; o de no perder la que se tiene.

¿Concurren estas virtudes en los trabajadores canarios? En los que trabajan fuera de las Islas, sí. Nunca he encontrado a un canario gandul ni en Madrid, ni en Alemania, ni en Venezuela; en ninguna parte. ¿Y de puertas para adentro? Mejor no hablar. Por cierto, ya que mentamos la diligencia en el trabajo, un día de estos -pronto, lo prometo- les cuento las andanzas de un cartero de La Orotava.

En fin, al margen de esas declaraciones bienintencionadas, voluntariosas y todo lo demás, si de verdad quiere Paulino Rivero que los empresarios contraten a personal canario, convendría que empezase por lograr que este Archipiélago no esté como está en fracaso escolar, en falta de formación profesional adecuada y en la carencia de un tejido productivo capaz de absorber la mano de obra cualificada que sale de dos universidades. Algo que CC ha tenido tiempo de conseguir con todos los años que lleva en el Gobierno vernáculo.