LO PUBLICÁBAMOS ayer en nuestra primera página: hay 48.000 aspirantes para 400 plazas de celadores del Servicio Canario de Salud. La gente huye del hambre. Canarias es la peor de las comunidades autónomas españolas. Eso si admitimos todavía que somos españoles políticamente hablando. Canarias pasó de ser el Jardín de las Hespérides a ser propiedad de los españoles para mal; a ser también el jardín donde juegan los gandules y los ociosos. Tanto los sindicalistas liberados como los que están apoyados por los liberados, le están causando un enorme daño a sus empresas y a sus compañeros de trabajo. Les están causando a esos trabajadores que las empresas los aborrezcan por gandules.

No podemos negar que el movimiento sindical ha jugado un papel importante en la consecución de mejores condiciones sociales para los trabajadores. Pero era el sindicalismo de otros tiempos. Actualmente, los sindicatos se han convertido en la carcoma de las empresas y en la ruina de los empresarios. Los sindicatos no defienden hoy en día los intereses de los trabajadores, sino sus propios intereses. Como aves de carroña, viven de negociar expedientes de regulación de empleo, convenios colectivos -perjudiciales la mayoría de las veces tanto para el empresario como para el empleado-, amenazar a los patronos con huelgas y presiones de todo tipo y, en definitiva, de crear un permanente ambiente conflictivo en el que resulta difícil encontrar soluciones a los graves problemas económicos que padecemos.

Se habla mucho de la memoria histórica -nos alegraría que también se hablase de la memoria histórica de los guanches, ese pueblo noble que sufrió el genocidio de la conquista española- y de reparar los crímenes del franquismo con el reconocimiento de los derechos, y hasta las indemnizaciones -en aquellos casos en los que corresponda y sea posible- de quienes sufrieron la represión de la dictadura. Hoy todo lo que suene al "general" les eriza los pelos a muchos. Lo comprendemos porque las dictaduras son odiosas -empezando por las dictaduras coloniales-, pero no nos cabe en la cabeza que si tanto se critica a Franco, se sigan manteniendo esquemas laborales heredados del franquismo. Hoy, aunque hay muchos sindicatos en España y en Canarias, los que de verdad cuentan son sólo dos. Uno socialista y el otro comunista, pero nefastos ambos. Nefastos e insensibles con la situación de crisis en la que estamos inmersos. Los sindicatos no entienden que los patronos no se pueden prostituir ni asaltar bancos, como hacen los delincuentes, para pagar las nóminas.

A veces hay que tomar decisiones difíciles hasta que la situación mejore. No hay mal que cien años dure, dice un refrán. Comprendemos el malestar de quienes se ven afectados por estas medidas. Sin embargo, quedarnos de brazos cruzados significa el hundimiento definitivo. Una actitud responsable supone, volviendo al refranero, elegir del mal el menos. Lamentamos que esa sensatez no esté prevaleciendo y que, en cambio, se abra paso la algarada, las posturas de fuerza, las decisiones asamblearias -nada se maneja tan fácilmente por quien sabe hacerlo como una asamblea-, las manifestaciones, las pancartas, las banderitas, los pititos, los megáfonos estridentes, los abucheos a patronos y políticos -lo cual no nos parece mal en el caso de los políticos, porque el descaro actual de la clase dirigente clama al cielo- y al final de todo, como siempre, el restaurante de lujo en el que se reúnen los sindicalistas para disfrutar de una copiosa comilona. Ágape al que no asisten los trabajadores sino sus representantes sindicales. Únicamente los vagos, los zánganos, los que viven del esfuerzo y del dinero de aquellos a los que tan vilmente engañan, son los que se sientan a la mesa de la abundancia. Al trabajador, despedido y sin empleo, sólo le queda hacer cola ante las puertas de una ONG para comer, y no siempre.

En EL DÍA hemos apostado por una línea editorial fuerte, polémica, insobornable y sin vuelta atrás para defender a Tenerife, a Canarias y también la libertad de un pueblo que consideramos vilmente oprimido tras casi seis siglos de colonialismo. Estamos convencidos, y así lo hemos dicho muchas veces, que nuestra situación, empezando por las difíciles circunstancias que atraviesa ahora mismo nuestro periódico, sería mucho mejor si no dependiésemos de España; si fuésemos dueños de nuestros recursos presentes y potenciales, que son muchos. Pero dependemos de España porque somos una colonia. Esa es nuestra realidad. Más pronto que tarde, y de eso estamos totalmente convencidos, seremos una nación con su Estado. Pero mientras llegue ese momento hemos de obrar con mesura. Y de donde no hay, no podemos sacar porque los recursos se han acabado. Lástima que esto no lo entiendan los partidarios del jolgorio y la haraganería.