A NOSOTROS llegan a diario noticias sobre el parasitismo que hay entre la clase política e incluso laboral, tanto en las empresas públicas como en las privadas. No hablemos ya de los sindicatos y de sus liberados, que eso es de pura vergüenza. Cuando hablamos de parasitismo laboral debemos recordar a nuestros lectores, aunque no hace falta porque quienes nos leen a diario ya lo saben, que cada vez son menos los ciudadanos que siguen trabajando. En cambio, aumenta el número de los que se amparan en cargos sindicales, o cuentan con el apoyo de estos cargos sindicales, para no dar golpe en las empresas donde aún están contratados. Empresas que en estos momentos de crisis profunda ven acrecentada su mala situación por la falta de interés y laboriosidad de esos malos operarios -de los buenos, que también los hay, nada hemos de criticar- que consumen recursos sin ganarse cabalmente, con su producción, el sueldo que perciben. El caso es que el parasitismo político por un lado y la gandulería en las empresas por otro están llevando a España a una situación irreconocible. Porque a los políticos innecesarios hay que añadir los funcionarios ociosos. Somos un país con un elevadísimo número de funcionarios en proporción con la población que tenemos. Hay que eliminar empleos públicos, en primer lugar suprimiendo los ayuntamientos que actualmente son innecesarios porque están unidas las poblaciones que representan, o porque su tamaño hace desaconsejable que sigan teniendo entidad propia; es decir, un alcalde y unos concejales, unos funcionarios demasiado numerosos para las tareas administrativas de han de desarrollar y, en definitiva, un gasto ingente de recursos que paga el pueblo con el sudor de un trabajo cada vez más escaso.

Cuántos miles de millones de euros se ahorrarían y se podrían invertir en obras públicas, carreteras, ordenación urbana, sanidad, educación y hasta empleo para que nadie tenga que emigrar a Alemania o a Australia. Estamos pensando en una juventud desesperada que un día explota. Una juventud formada en las universidades españolas y canarias con dinero público, que una vez concluida su formación ha de buscar trabajo fuera para beneficio de otros países y no del suyo propio. Esta es una de las peores lacras que padecemos por culpa de la colonización española desde siempre, pero agudizada más que nunca en estos momentos debido al desgobierno del Gobierno del PSOE.

España podría ser otro de los países en los que la población pronto se levante y se eche a la calle para protestar por lo mal que están las cosas, como ha ocurrido en Túnez, Egipto, Yemen, Libia y está empezando a ocurrir en Marruecos; un país cuyas costas están a menos de cien kilómetros de las nuestras. Y en España, al igual que en Canarias, la gente no se anda con chiquitas. Ya que hablamos de Canarias, nuestra sojuzgada tierra, manifestamos abiertamente que a los políticos canarios les llegará su sanmartín porque es inconcebible el abuso que muchos de ellos, no todos, están cometiendo con el pueblo. ¿Cómo es posible que los políticos se estén entregando a una algarabía electoral, mientras muchos ciudadanos hacen cola para comer al menos una vez al día como los perros? ¿Es que son perros los ciudadanos canarios? ¿No tenemos bastante con ser indígenas colonizados y europeos extraperiféricos? Nos cuesta decirlo y nos duele el corazón al hacerlo, pero algunos canes viven mejor que muchos de nuestros compatriotas. Y eso no puede ser.

A Canarias y a los canarios no nos salva sino la independencia. Mantenernos como colonia significa, además de una indignidad política y moral, continuar en la miseria en unas islas que cuentan con recursos para ser riquísimas. ¿Cuántas veces tendremos que repetir esto? Lo reiteramos: no hay otra salida que la independencia. Esta democracia falsa, cínica, de listas cerradas que se pudren en sus propios encierros no tiene futuro. Por eso afirmamos con tanta frecuencia que debemos dotarnos de nuevos políticos; de hombres y mujeres con la preparación y la limpieza de miras suficientes para barrer la podredumbre actual. Algunos nos han acusado de ser catastrofistas. ¿Son catastrofistas las muchas personas con capacidad de influir en España que temen que se produzca de un momento a otro ese estallido social antes mencionado?

Independencia y soberanía. Ese es el camino. Sabemos que sigue vigente la Resolución 1.514 del Comité de Descolonización de los Pueblos de la ONU. Un documento que queda ahí para forzar la caída de los tiranos. Sin embargo, es el pueblo de cada uno de los territorios colonizados, el pueblo canario en nuestro caso, el que debe echarse a la calle para acabar con los granujas. Cada día que nos retrasamos en conseguir la libertad empeora nuestra situación. A pesar de ello, nos reconforta constatar que el pueblo ya se ha despertado y sabe que Canarias no es España. Sabe que Canarias está en el continente africano y pide que no sea reclamada por Marruecos y entregada cobardemente por la Metrópoli al reino alauita.

Un colaborador de este periódico nos pregunta si en Canarias es mayor la abstención a la hora de votar. Y se pregunta de qué sirve la abstención. Si la abstención significa independencia de pensamiento y de España, le respondemos que no cabe duda de que los independentistas que podrían abstenerse serían mayoría. Esa masa silenciosa y organizada constituiría la mayoría que podría desarrollar sus reivindicaciones en la calle pacíficamente o bien, con la debida unión de las fuerzas independentistas, hacer una recogida de firmas con el número suficiente para convertir en ley cualquier propuesta. Y aunque cobra auge la idea de que los independentistas se van a abstener en las próximas elecciones, como los patriotas somos mayoría debemos unir nuestras fuerzas para acabar de una vez con esta farsa y esta caterva de estafadores políticos. No obstante, si algún independentista se presenta en las elecciones de mayo, lo mejor que podemos hacer es votar por él porque quiere la libertad de su tierra y el establecimiento de gobiernos de manos limpias.

Mohamed Boular, persona muy próxima a los ambientes gubernamentales marroquíes, nos remitió el pasado viernes un texto que por su interés reproducimos en este editorial. "Una cosa es desear que las Canarias sean un país independiente de España -dice- y otra es que lo sea. Por lo tanto, no se ajusta a derecho decir que nuestro país (se refiere a Marruecos) quiere robar el petróleo canario, o que hemos llegado a un acuerdo con Madrid para repartirnos el petróleo canario. El mar canario son las 12 millas de mar territorial de cada isla. ¿Usted considera lógico que nosotros vayamos a repartirnos las riquezas de nuestra Zona Económica Exclusiva con Madrid? Le recuerdo que se trata de derechos soberanos de nuestro país sobre las 200 millas de la Zona Económica Exclusiva". También hemos recibido otra interesante carta de Monsieur Boular que por razones de espacio no incluimos hoy. Lo haremos otro día.

Los canarios estamos viviendo sobre un volcán cuyos temblores precursores son la corrupción, la crisis, el desempleo, el egoísmo, la ociosidad, la morralla política y todo el dinero que se cuela a favor de los parásitos que nos rodean. Mientras tanto, escasea el dinero para la más elemental. Concluimos este editorial con una noticia alarmante para las familias que padecen lo que se denuncia en ellas: 20.000 canarios viajaron a otra isla en 2010 para ir al médico. ¿Cómo es posible que en cada isla, en vez de estar pagando a concejales y políticos inútiles y a funcionarios ociosos, no se empleen esos millones y millones de euros gastados en sueldos para hacer hospitales o para equipar los ya existentes con los medios que precisan?