HEMOS vivido a lo largo de los años un verdadero acoso de lluvia ácida sobre el Carnaval de Tenerife. ¡Qué obsesión por fastidiarnos la fiesta! Primero fue la demanda de los vecinos del pijama la que originó la decisión del Juzgado Contencioso Administrativo de suspender cautelarmente los actos en la calle del Carnaval y que en aquel tiempo desató la guerra. Todavía recuerdo al alcalde y al mercenario de los denunciantes convertido más tarde en el azote indiscriminado de los gestores -aunque, en realidad, de la ciudad- cruzando piropos en los micrófonos de "La Ventana" con duras acusaciones de corrupción, electoralismo, odio social e incumplimiento de acuerdos.

Sorteada esa etapa amarga o muy amarga, parecía que poco a poco regresábamos a la normalidad de un pueblo entero que animosamente se echa a la calle, salga o no salga el sol. ¿Que siempre hay metepatas? Ya se sabe y ya lo vemos, pero no se encontrará en ninguna parte del planeta capacidad de convivencia carnavalera masificada más acentuada y gente más civilizada que la de aquí. Es impresionante cómo entre las mismas mascaritas solventan y aíslan a los que pueden venir a hacer ruindades o no encuentran mejor manera de divertirse. Aprende, colega.

Este año teníamos una fuerte polémica por la seguridad en los transportes públicos y ahora, por si éramos pocos, parió la burra. ¡Huelga en la recogida de basura! Se ve que se quieren cargar el invento. La reunión celebrada entre la empresa adjudicataria de la limpieza y los trabajadores de la ciudad concluyó sin ningún acuerdo ni acercamiento de posturas, por lo que el comité de empresa mantiene su anuncio de huelga indefinida desde la madrugada del 3 y 4 de marzo, inicio del Carnaval en la calle con la Cabalgata anunciadora.

Es decir, que si esto no se arregla va a pasar, en el aspecto del caos generado, como en la protesta por la espalda y por la cara de los controladores. Sí. Lo digo así de claro: es una barbaridad de grado mayor, una injusticia tremenda con la gente y con la ciudad.

Conste que a mí me parece bien cualquier demanda social llevada por los cauces de la legalidad y estoy de acuerdo con la necesidad de que los trabajadores también tengan la posibilidad de defender sus derechos fundamentales. Pero para llegar a esos extremos de que sea imprescindible colapsar la fiesta más sentida de los chicharreros hay un trecho.

Parece ser que los sindicatos y la empresa Urbaser no experimentan avances en la negociación abierta en el Semac por la revisión del convenio colectivo, por lo que los representantes mayoritarios en el comité de empresa (USO, Fesoc y CCOO) mantienen la convocatoria que ya habían planteado a través de un preaviso.

Con esa espada de Damocles, que coincidiría con las citas más importantes y, consecuentemente, con el momento en que más residuos se generan -alrededor de setenta toneladas en fechas puntuales como el sábado y lunes de Carnaval-, quieren jugar unos y otros.

Y yo lo que digo es que eso no puede ser. Somos inocentes, y si llegan hasta ese extremo de brutalidad y salvajismo tengan por seguro que la gente va a salir y se va a divertir igual. El Carnaval seguirá adelante por mucha mierda que quieran echarle encima y buscaremos un lugar para amar y soñar... con la correspondiente manera de vacilarnos de la circunstancia. Digeriremos el trago, no se preocupen. Pero tengan en cuenta que este Carnaval, como fuerza viva que es, también tiene maneras de defenderse.

El alcalde y los aspirantes deben moverse ya y tomar cartas en el asunto. Si esto se produce les aseguro que no saldrá gratis, ni para la empresa ni para los trabajadores. Mi modesta opinión es que este pueblo en este caso no está desvalido, lo sufriremos, pero pasaremos factura integral.

El presidente del comité de empresa, Juan Carlos Salas, manifestó que por parte de los representantes de la empresa no se ha podido alcanzar ningún tipo de acercamiento, de manera que rechaza, según este representante sindical, la postura del comité, que solicitaba la aplicación del IPC para los dos próximos ejercicios, lo que representa un 2%.

Las posturas inamovibles de Urbaser e inamovibles de los trabajadores harían bien en moverse. Esto va a oler y a doler bastante más que las amarguras del pasado