CORRE en la red una apuesta sobre el futuro disfraz que se pondrá el actual presidente del Gobierno canario durante los Carnavales que acaban de comenzar. Mientras los hay que aventuran que será el de mencey, otros piensan que se hallará sin duda más cómodo con el de santo, por san Paulino Bueno y Mártir; aunque para ser totalmente sinceros, yo lo veo más de actor progre recibiendo un Goya, si bien no será, precisamente, al mejor actor; otros creen que se disfrazará de parado; otros de general de la "Guanchancha", su guardia pretoriana. En fin, el responsable de esta pollabobada no ha sido otro que el Consejo Económico y Social de Canarias, que, para estar más a tono con las fiestas carnavaleras, no se le ha ocurrido otra cosa que publicar sino los resultados del estudio de opinión sobre la intención de voto de cara a las próximas elecciones.

No hay que ser ningún experto en la materia para darse cuenta de que el resultado es un galimatías que no hay por dónde cogerlo. A saber: en primer lugar, el ciudadano canario, en general, no queda muy bien parado que se diga, ya que si le preguntan, por ejemplo, cuál es su mayor preocupación la mayoría responde, como es obvio, el paro. Si a continuación le preguntan si tiene algo que reprocharle al actual Gobierno -al canario se supone-, este, el ciudadano, contesta en su inmensa mayoría que valora muy mal su gestión en determinados asuntos como el empleo -de ahí que Canarias tenga el mayor índice de paro de España-; la sanidad -de ahí las colas eternas para cualquier prestación sanitaria, o el hecho de que los hospitales, tanto el del Sur como el del Norte de Tenerife, se envejezcan antes de su puesta en marcha-; la educación -de ahí que lideremos por la cola todos los años el Informe Pisa-; la gestión en los asuntos sociales -de ahí que se hayan cerrado casas de acogidas destinadas a la violencia de género, o de menores con problemas-. Pero si, a continuación, a esas mismas personas -supongo que bajo los efectos de alguna bebida con extracto de plátano- les preguntan que, según sus entendederas, qué partido defendería mejor los intereses de Canarias, responderían sin dudarlo que Coalición Canaria. Me cuentan que más de un encuestador terminó en la consulta del psiquiatra.

Pero siendo esto real como la vida misma, y así nos va, lo mejor es que, según dicho barómetro -que más parece un entuerto demoscópico-, el que no se consuela es porque no quiere, ya que de él se deriva que, si bien CC es quien mejor defiende nuestros intereses, es, por el contrario, el Partido Popular quien, sin duda, mejor nos sacaría del hoyo donde nos encontramos, aunque las simpatías de los encuestados siguen estando del lado de los socialistas: ¿hay quien dé más? Pues sí, porque si nos adentramos en el proceloso mundo de la notoriedad y la valoración de los políticos, los resultados son para mear y no echar gota, con perdón. Resulta que el mencey Paulino goza nada menos que de una notoriedad del 81,7%, más que Brad Pitt entre las señoras, y su valoración ronda el 5,08, casi lo mismo que saco yo en inglés; pero hete aquí que resulta que José Miguel Pérez, candidato socialista -muy conocido en su casa a la hora del desayuno-, su notoriedad ronda el 31%, mientras que su valoración entre los ciudadanos -esos mismos que aseguran no conocerle- asciende a un 5,64%. ¿Hay quien dé más?

Ustedes perdonen, pero es que me he perdido. Acabo de entrar en una depresión. ¿Cómo es posible que el menos conocido sea el más valorado? ¿O cómo es posible que nuestro Paulino disfrazado de parado destaque por no destacar? ¿O cómo puede ser que se diga que el nacionalismo se afianza si las últimas elecciones las ganó el PSOE, y si están en el poder fue porque el PP les ayudó echándoles una soga al cuello?

Desde hace décadas, los partidos pseudonacionalistas -como sin duda lo es CC, que ni es chicha ni limoná- venden a los pobres incautos que quieran escucharles que es mejor votarles a ellos porque son de aquí. Este pobre discurso, simplista donde los haya, rancio por etnicista, y que por desgracia va calando en nuestra juventud gracias al adoctrinamiento educativo, al control de los medios de comunicación y, sobre todo, al uso sectario de los recursos públicos. Es por ello que Canarias no podrá decir que ha pasado su particular transición hasta que no se produzca un cambio de signo político en la cúpula del Gobierno. Lo importante en democracia es que la oposición pueda acceder y acceda al ejercicio del poder. Dan igual las siglas, las personas, los partidos, las ideologías; lo importante es abrir la ventana democrática que dé acceso al aire puro que siempre trae la alternancia y la libertad.

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