ADMIRO al empresario extranjero establecido desde hace cuarenta años en el Puerto de la Cruz don Wolfgang Kiessling, a quien saludé y felicité por su gran labor, quizás la más importante que se ha llevado a cabo en pro de la ciudad turística en toda su historia, cuando me encontré con él en un acto celebrado en el hotel Tigaiga con motivo de la entrega al director y propietario del establecimiento, el malogrado, muy querido e inolvidable amigo Enrique Talg, de uno de los premios que le otorgó el touroperador alemán Tuy.

En aquella ocasión, aunque ya lo conocía por encuentros anteriores, elogié al señor Kiessling por haber fundado, conservado y mejorado constantemente esa singular instalación que constituye la mejor atracción, que no las he visto iguales en ninguno de los países que conozco de todo el mundo y que posee el Puerto gracias al señor Kiessling, para el turismo y para muchos estudiosos de la naturaleza y de la fauna mundial que es el Loro Parque.

Don Wolfgang ha traído al Puerto desde todos los lugares del planeta, no sólo la mayor variedad de especies de loros que cría, sostiene y hasta amaestra por expertos en las instalaciones del Loro Parque, sino que también ha creado una sección, tan difícil de sostener como la de los pingüinos en el Loro Parque, y hasta un gigantesco acuario donde cría y sostiene varias especies de peces, entre ellos tiburones.

Pero todo eso lo sabe la gente que visita, a miles, el curioso y valioso recinto del señor Kiessling. Lo que este periódico ha publicado recientemente en una entrevista con el que puede considerarse naturalista, que une a sus grandes conocimientos en la materia un extraordinario amor por la fauna tanto terrestre como marina, pues también hay que destacar los gorilas y otros ejemplares de cuadrumanos, las aves y la variedad de peces.

Aunque hace tiempo que alguien de la Isla sugirió el tema, el señor Kiessling insiste en que debe volverse a ese empeño. Se trata de una comunicación subterránea entre el norte y el sur de Tenerife, y no solamente para acortar distancias y duración del viaje, sino, fundamentalmente, para evitar que los vehículos no lancen a la atmósfera la enorme cantidad de anhídrido carbónico (CO2), gas que está formado por carbono y oxígeno, que contamina la atmósfera y, a la larga y a la corta, es nocivo para la respiración humana y además produce este cambio climático que antes o no se conocía como tal porque no se apreciaba, pero ahora es más perceptible porque, realmente, ha hecho cambiar para peor las magníficas condiciones climáticas de que gozábamos en estas Islas y que dieron lugar a aquella propaganda, más o menos creíble, de la "eterna primavera".

En lo que atañe a hostelería y a mejoras necesarias en el Puerto de la Cruz, el señor Kiessling expone una serie de obras y gestiones del mayor interés y de no muy elevado coste, porque esta persona une a su amor a la naturaleza y a la fauna, un conocimiento profundo de lo que es la industria y, en general, el tema turístico. Ojalá hubiéramos tenido en Tenerife muchos señores Kiessling que hayan demostrado tanta predilección por la Isla. Don Wolfgang merece no solo la Medalla de Oro de Importantes del Turismo que le otorgó el Gobierno de Canarias, sino muchas más distinciones.