ES UNA FRASE de Cayo Julio César al divorciarse de su mujer Pompeya, considerada inocente por el pecado de la que era acusada. Igual es lo que se exige a la economía del Estado español. Las medidas que se han tomado y que se están tomando son alabadas por los organismos internacionales, el zapatazo al freno ha sido brutal y como se juega con el futuro y no se sabe si serán suficientes además se exige la apariencia.

Pasar de 65 a 67 años en la edad de jubilación no deja de ser un factor no determinante en la evolución de las cifras que van a desequilibrar la balanza de si salimos o no salimos de la crisis. Es solo una foto. El debate y la necesidad de conseguir unas cuentas coherentes y equilibradas en el tratamiento de la prestación por jubilación debería producirse desde enfoques más sosegados, esto no puede ser un aquí te pillo aquí te mato, de hoy pa''mañana, porque al final saldrá un churro.

No se puede pretender zanjar el problema del desorden e injusticia en la economía planetaria de golpe y porrazo, encima echando un capote a las grandes estructuras económicas mundiales y descargando a lo bestia en los lomos de las clases medias y bajas, condenando a zombis a muchos de los presentes en porcentajes cada vez más elevados. Los desesperados y los pobres, los parados de larga duración, los embargados, los afectados por eres -o por eles de limbos-, los damnificados por concursales... El mismísimo Zapatero que ya ha decidido inmolarse y dejar paso a Carme Chacón se sincera: los jóvenes lo tienen crudo.

Señores, ¿que hay que apuntalar el sistema por arriba? ¿Que hay que calmar a los mercados, a los especuladores, a Europa? Vale, nos bajamos los sueldos y recortamos los derechos, incluido el de la indemnización por despido, se cierra el grifo de la financiación pública y privada a empresas y particulares, se le mete un tijeretazo desmembrador a los gastos de las administraciones, se suben los impuestos, se anulan las ayudas de mínimos a los parados y se congelan las inversiones, se expropian las cajas. Mientras tanto, se incrementan los precios de la gasolina, la electricidad y derivado de ello el resto de productos. ¿Qué más hay que hacer? Por ejemplo, en su momento si algunos de ustedes constituyeron planes privados de jubilación pues se quedan con la mitad. ¿Que con su casa no tienen suficiente? ¿Que la dación en pago no les vale? Pues nada, se embarga subastando a la mitad del precio de tasación de las fincas, se quedan pagando de por vida y se ejecuta a los avalistas.

¿Qué más hay que hacer? Es una pasada. Lo que se deriva de la crisis tiene trazos de orgía despendolada. Probablemente, al Gobierno del Estado no le quede más remedio que tocar al ritmo de la batucada mundial, mi comentario va en esa perspectiva global. Pero, sinceramente, no pueden seguir tapando solo y cada vez más la cabeza; los pies a lo mejor aguantan pero al quedar fuera de la manta las partes el cuerpo entero tendrá espasmos. Cierto es que, dado el desajuste del llamado mundo occidental, había que frenar, pero nos estamos haciendo la picha un lío.

Con las pensiones, ¿qué joven de ahora con tanta economía sumergida, contrato precario o engrosando el paro va a llegar a su edad de jubilación habiendo cotizado 38, 40 o 41 años? Es lo mismo que dice Manuel Toharia, un divulgador científico, para el clima: "Hacer predicciones a 50 o 100 años es un brindis al sol".

Si miramos las pirámides de población y lo que se supone es la esperanza de vida podemos equivocarnos. En el primer caso ya hemos llegado desde hace tiempo a la conclusión de que necesitamos y necesitaremos inmigrantes y en el segundo, no se preocupen, que la esperanza que ha subido y subido en el siglo XX (después de las guerras) acabará estancándose. Es que es mucho pa''l body. La gente joven come bastante peor y hace menos deporte, la velocidad y la presión pueden hacer el resto. Aquí hay que apostar también por redefinir los mercados financieros convirtiéndolos en herramientas para el bienestar general, hacerles partícipes de estructuras mejor encajadas para que la gente pueda competir, marcando, controlando y fiscalizando los grandes capitales.

Que sean honradas ellas también.