"YO TAMPOCO creo en los políticos" es el texto de una valla publicitaria del candidato socialista a la Alcaldía de La Laguna, el joven abogado y concejal Gustavo Matos, todo un anuncio provocador que, como era de esperar, ha generado tal revuelo que, efectivamente, ya todos los electores del municipio de Aguere han oído hablar o debatido sobre el candidato que antes alertó acertadamente a sus vecinos sobre la gravedad de la insalubridad del agua de consumo en su municipio. Ahora Gustavo Matos, sentado en una butaca, pantalones vaqueros, camiseta y tenis deportivos, dice que él tampoco cree en los políticos. Evidentemente, no cree, como tantos y tantos ciudadanos, entre los que me incluyo, en determinados políticos. En los honestos y trabajadores entregados al servicio a los demás sí que cree el candidato socialista, que, como ya decía en otro acertado anuncio, se ofrece a los laguneros como alcalde sin engaños.

Claro que, alarmados, gesticulando y gritándole al cielo, que no tiene culpa alguna, candidatos y dirigentes de otros partidos, molestos y algo envidiosos, incapaces de generar algún anuncio que crea debate, se han desgarrado las vestiduras. ¿Quizá porque se sienten aludidos y con cargos de conciencia? Vaya usted a saber. Ha habido algún político de CC y del PP que, al mismo tiempo que ha recomendado a Gustavo Matos que cambie de publicista, anda loco intentando averiguar a qué agencia pertenece para solicitar algún consejo que le dé ideas y lo saque de su letargo monótono y cansino; el mismo rollo en cada contienda electoral.

A la frase de la valla supongo que habría que añadirle unos puntos suspensivos, y a continuación concretar en políticos liantes, metidos en chanchullos y enredos, opacos, manipuladores, conspiradores natos, más pendientes de sus asuntos y prebendas particulares que de lo que afecta a los ciudadanos, de comportamiento confuso; una frase, en fin, que está en boca de muchos ciudadanos, porque, efectivamente, hay desconfianza en ciertos políticos. ¿O es que no existe desconfianza, y con razón, con los políticos de Coalición Canaria relacionados con el asunto playa de Las Teresitas, el mamotreto o Fórum Filatélico, o con los del Partido Popular de los trajes del presidente Camps en Valencia o la trama corrupta Gurthel de empresas y contratos irregulares relacionada con dicho partido, que salpicó a varios de sus políticos, entre ellos el que era tesorero nacional del PP y senador por Cantabria, por citar algunos ejemplos? Desconfianza, por ejemplo, la que ha generado a los jóvenes el líder juvenil del Partido Popular en Canarias y presidente de Nuevas Generaciones por una supuesta estafa y falsificación de documentos públicos y privados.

Casos todos ellos que crean distanciamiento y crisis en la relación sociedad-partidos políticos. Porque el rechazo o aceptación de los ciudadanos a los partidos depende mucho más de la actitud de sus dirigentes o responsables que de los partidos en sí, base imprescindible de la democracia. De ahí la cada vez más preocupante abstención en las consultas electorales, una cuestión que precisa el máximo de atención. Son las actitudes y actuaciones de determinados políticos, que no de la política, lo que deteriora el concepto que los ciudadanos tienen de los partidos. Sin ir más lejos, basta con revisar la cantidad importante de denuncias de corrupciones en Canarias, con independencia de la lentitud jurídica para condenar o absolver definitivamente.

Nuestro sistema de partidos es joven, pues no fue hasta 1945 que se reconocieron en los textos constitucionales europeos, y en España hasta la Constitución de 1978 solamente existía el derecho genérico de asociación, y ni siquiera la Constitución de la II República se refiere a los partidos. En cualquier caso, los delitos que desgraciadamente saltan en ocasiones a la opinión pública sobre prevaricación, cohecho, malversación de caudales públicos, tráfico de influencias, negociaciones prohibidas a funcionarios, o relacionados con el presunto pago de comisiones en supuestas adjudicaciones irregulares no son afortunadamente tantos en comparación a los miles y miles de políticos que ejercen con total honestidad, ni sería sensato decir que no existen. Lamentablemente ahí están.

Insisto en que la crisis que atravesamos es de la ciudadanía con determinados políticos, no con los partidos. Por eso, yo, si votara en La Laguna, lo tendría claro, porque, como Gustavo Matos, tampoco creo en algunos políticos.

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