POSICIÓN de firmes, Pepe Ignacio. "¡Heil Frau Merkel!". La canciller que debería ser de hierro, como su antecesor el káiser Von Bismark, pero a la que, dada la época, podríamos llamar la "canciller de seda", ya que trata a sus colegas de la UE con firmeza germánica y ternura de madraza, viene el jueves próximo a España a comprobar por sí misma si son merecidos los elogios que hizo de su colega español en la última cumbre de la Unión Europea. En definitiva, viene a ver si Zapatero ha hecho los deberes. Antes de que, según sus más próximos, dé -como dijo el ministro de Fomento, José Blanco, el pasado martes- "un paso atrás", en favor de Alfredo Rubalcaba, que ya viene actuando de presidente "in pectore" hace meses.

Pero esos elogios de la Merkel son los que se hacen a los muertos, como los que dice la ministra de Economía que recibe de sus colegas europeos (que no de su correligionario Joaquín Almunia) y de esa prensa extranjera a la que engrasa con publicidad institucional del Reino de España. Ni ella misma sabe cuál es la deuda de las administraciones públicas españolas. Nada nuevo, por otra parte, cuando este Gobierno, desde la matanza en Madrid del 11-M de 2004, está instalado sobre la mentira. Desde la que ha desmontado, una vez más, una nación que en 1978, por la voluntad mayoritaria de los españoles, se dotaba de una Constitución que trataba de superar el cainismo que había venido rigiendo durante siglos nuestra falta de capacidad para convivir.

Aquello fue un espejismo, nada ha cambiado, Pepe Ignacio. En estos últimos siete años del zapaterismo, heredero de la más rancia tradición nihilista del socialismo español, se han quemado todos los puentes, todas las vías de unidad nacional que se tejieron hace 32 años, y la un día llamada España ha sido disuelta en un reino de taifas, mucho peor que sus precedentes de la España musulmana o republicana.

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En nombre de un sedicente pluralismo, se ha legalizado la desigualdad entre los españoles, se ha modificado la Constitución de 1978 sin seguir los mecanismos legales que aquella preveía para su reforma y se ha fosilizado una casta o clase dirigente que nada tiene que ver con la población española en su conjunto. No es lo mismo vivir en Madrid que en Canarias, Cataluña, los territorios forales (País Vasco y Navarra), Galicia, Comunidad Valenciana, Andalucía, o cualquiera de las dos Castillas, Extremadura y las demás comunidades o regiones.

Y esa ruptura de la unidad no sólo ha sido letal para los ciudadanos, sino también para las relaciones de las propias comunidades autónomas con el exterior. Lo que es especialmente dañino en un tiempo en que sufrimos, no sólo la crisis política y social, sino una profunda recesión y estancamiento económico que paraliza todas las iniciativas, disuelve la confianza exterior en la nación y paraliza el espíritu de iniciativa, emprendimiento, productividad y competitividad de la que habíamos hecho gala en el último lustro del siglo pasado y el primero del actual.

Estamos en una profunda regresión en todos los sentidos, que nos devuelve a la España de los años cincuenta y comienzos de los sesenta. Para colmo, hasta la propia canciller germánica ha ofrecido, a un país que tiene más del 20 por ciento de paro, y más del 42 por ciento entre los jóvenes que no han podido acceder aún a su primer empleo, la posibilidad de emigrar a Alemania, como hicieron nuestros padres o abuelos en los años sesenta del pasado siglo, y a Venezuela ya no es viable.

De hecho ese éxodo ya ha comenzado hace unos años. Los mejor preparados, profesional y lingüísticamente, hace tiempo que se han ido en busca de un mejor futuro en todas direcciones. Como ponen de relieve cada semana los programas televisivos de "Españoles en el mundo". Un formato televisivo que ha tenido la máxima audiencia en los dos últimos años, copiándolo de Telemadrid, las llamadas cadenas públicas nacionales, que es la primera que lo puso en antena. Médicos, enfermeras, ingenieros, informáticos han salido hacia el exilio económico, mientras aquí seguimos cubriendo las plazas que dejan vacantes con, por ejemplo, esos mil médicos foráneos que, sin pasar la prueba del MIR, ha colocado la ministra de Sanidad en hospitales públicos de distintas autonomías. Con resultados, cuando menos, discutibles.

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Así que poco podrá decirle Zapatero a la señora Merkel respecto a los deberes que le habían impuesto como condición para no proceder a un rescate financiero de España, a causa de la creciente deuda de nuestras múltiples administraciones públicas, su insuficiente contención del gasto, y sobre todo la incapacidad que acreditan para impulsar políticas que generen productividad, emprendimiento y competitividad.

¡Hasta China nos ha adelantado en número de turistas! Una vez más, como cada año, en la FITUR se ha comprobado que no falta capacidad de iniciativa y posibilidad de competencia, si las administraciones no lastraran a la industria turística, como a cualquier otra que se trate de impulsar en esta España desmoronada, con miles de normas contradictorias que han hecho, junto con la crisis económica y financiera, que hayan desaparecido en los tres últimos años más de 325.000 empresas y cientos de miles de autónomos, que son los que impulsaban el crecimiento del país.

Pero no hay que desesperar, ya se ha pactado el modo en que se rebajarán las pensiones en más de un 25% por los que ahora tienen la capacidad de establecer las normas. Sin embargo, ellos, los políticos, se han pronunciado a favor de mantener las suyas, como dijo el portavoz del PSOE, Sr. Iglesias, y no cambiar el statu quo. No sólo para los ex presidentes del Gobierno central y de los autonómicos, sino también para las señorías de las cámaras nacionales y autonómicas. Y así no salimos de la crisis. Aunque el PP y UpyD, con Rosa Díez al frente, hayan sido los que se han pronunciado a favor de un cambio en las pensiones de privilegio de los ex altos cargos, parece que, de momento, no han conseguido nada y no cesan los intentos del PSOE en hacer funcionarios, antes de su debacle electoral, a los cientos de miles de enchufados que ha colocado en todas las administraciones e instituciones que funcionan con dinero público.

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El PSOE no quiere oír hablar de incluir a todos los funcionarios en el Régimen General de la Seguridad Social, igualándolos a los demás trabajadores. Ni mucho menos eliminar los salarios, fondos de pensiones, tickets de comidas, tarjetas de crédito y demás mamandurrias que supondrían un ahorro excepcional en el gasto público. Por eso, nada va a suponer en el impulso a la reactivación económica el cambio de la edad de jubilación de los ciudadanos trabajadores que tengan la suerte de llegar a ella. Porque quienes fijan las normas, políticos, sindicalistas y patronales, no están legitimados para hacerlo, porque sólo responden a sus intereses de clase.

Ellos son quienes dicen el modo de contratar, los que fijan los convenios colectivos, los que imponen a los candidatos y los que reparten, y se quedan con la mejor parte del esfuerzo de nuestras aportaciones en forma de impuestos. Ellos son los que han desmontado y sometido la independencia de los poderes legislativo y judicial, así como de las instituciones arbitrales que son propias de una democracia digna de tal nombre. A ellos es a quienes el pueblo debería pasar factura, no sólo en las próximas elecciones, sino exigiéndoles las responsabilidades administrativas y penales, para que no se vayan de rositas, como esos gestores de la Caja Castilla-La Mancha y el llamado Aeropuerto de Don Quijote. Paradigma de la cleptocracia que ha venido imperando en los últimos años de esta falsificada democracia.