QUERIDO amigo progre: hoy que es sábado, y que el periódico se lee con más tranquilidad -en tu caso con toda la tranquilidad del mundo, pues eres un empleado litre y no trabajas los fines de semana- quiero dedicarte unas líneas a raíz de algo que he leído en un digital por ahí. En este caso, un digital tinerfeño. Ya sabes lo que pienso de Internet: en muchos aspectos no es más que la puerta de un retrete, con perdón por el escatológico ejemplo, en la que cada cual escribe lo que le parece y ahí se queda mucho tiempo. La referencia viene a ciertas críticas sobre mí, además de varios insultos y las sandeces habituales en ti, porque, fíjate qué cosas, cobro por mi trabajo. Tú, es un suponer, trabajas gratis et amore. Otra cosa no se ha visto.

Lo peor, estimado progre de pega, es que hasta me acusas de ofrecerme a cierto partido por llevarle una campaña a cambio de determinado estipendio, siempre que no se supiera. Es decir, me estás culpando de engañar al editor de este periódico vendiendo mi pluma al mejor postor y a sus espaldas. El caso es que esa oferta existió. La única condición que puse es que fuese transparente. Lo cual, como cabe suponer, implicaba que dejase de escribir un artículo diario en este periódico. ¡Ay, pero qué cosas se le ocurren a un ingenuo como yo! Lo que querían esos señores, cuyos nombres y apellidos llegado el caso manifestaré ante quien debo hacerlo, es que los ayudase de tapadillo. Y eso no puede ser, estimado progre de ocho a tres, porque no va conmigo. Eso sí, les facilité los teléfonos de un par de individuos de una calaña acorde con tu moralidad; gente que seguramente no tendrían reparo alguno en prestarse al enjuague. Sé que a personas con tu esquema mental les resulta difícil entender eso. Lo aprendí desde que otro progre como tú, hoy defenestrado y reducido a mero bloguero, se ofreció a ser mi agente en la venta del cariz de mis artículos a políticos y empresarios. Como lo mandé al carajo y lo llamé corrupto, lleva tiempo dedicado a tacharme de facha, estómago agradecido, arrastrado y algunos descalificativos más que omito por respeto a las cuatro o cinco señoras decentes que todavía me leen.

Nada más lejos de mi intención, amigo progre, que caer en la pollabobez de sugerirte ideas. "No me pida usted consejos, joven; cada cual que se equivoque solo", me espetó una vez Camilo José Cela cuando le pregunté qué le recomendaría a quien quisiera ser escritor. Y no lo decía por mí, pues no tenía intención alguna de convertirme en escritor; ni siquiera de éxito. No obstante, y sólo por aquello de que cada regla conlleva su excepción, me permito sugerirte que vayas buscando otro empleo porque pronto estarás en la puta calle. A lo peor yo también, por supuesto, ya que hoy nadie está laboralmente a salvo, pero no hablamos de mi futuro sino del tuyo. Y no te vas a quedar sin trabajo por tus ideas, como sin duda ya estás pensando argumentar para ingresar en la nómina del victimismo al uso, sino por tu incompetencia; por esa ineptitud que siempre has disfrazado -te reconozco cierto éxito en ello- con un ideario caduco, rancio y hasta criminal. Porque criminal es, estimado progre, que en este país pululen 4.600.000 parados y todavía alguien de tu cuerda doctrinaria diga que no se irá hasta que acabe la legislatura. Que tanto tú como él disfruten del tiempo que les queda.