1.- Esta prosa intimista que ahora ejerzo, a ratos, me acerca no poco a los lectores. Lo noto en sus e-mails. No sólo por cómo la celebra mi dilecto amigo a quien la Caja le ha editado su antología primorosa, que yo he recibido, muy bien dedicada, sino también por sus gritos de aliento, que valoro en todos sus decibelios. Este es un valle de lágrimas, y si no que se lo pregunten a mi querido compañero Juan-Manuel García Ramos, al que las transaminasas y los triglicéridos lo han dejado k.o. una semana, sin padecerlos, sólo con la incertidumbre. Cómo será cuando tenga algo; y algo vamos a tener, espero que más tarde que temprano, porque esta es, para ambos, la década peligrosa. Parecíamos dos protagonistas de Molière comparando nuestra analítica. Lo cierto es que ambos parecemos bastante sanos, para lo que se despacha. Como sano se tendrá que poner Lorenzo Dorta, porque todavía le quedan muchos años de charla bajo los laureles de la plaza de Garachico, cuidándose de que las palomas no le caguen la camisa nueva. Un abrazo, amigo, mucha fuerza, mucho ánimo y mucho temple. Y mucha charla en la umbría de ese kiosco, que ha alimentado la amistad durante siglos y que debe seguir alimentándola. Porque se ha perdido la charla en beneficio de la tertulia. La tertulia formal está hundiendo este país; y la charla, que es la tertulia informal, ha sido creada por los amigos para levantar el ánimo de los amigos.

2.- En mi afán por coleccionarlo todo, ahora estoy con las cajas fuertes. No puedo guardar nada dentro, porque nada tengo de valor, pero seguir poco a poco su restauración es apasionante. Me han regalado dos, por Reyes. Una pesa más de 500 kilos. No sé su historia, ni su edad, pero desde luego más de un siglo. La otra es más funcional, pero igualmente antigua. No sé con qué las voy a llenar, a lo mejor con papeles viejos de mi archivo abandonado. Mi oficina es un museo, posiblemente de cosas inservibles. Pero son mis cosas: mis cámaras, mis bolígrafos, mis relojes, mis sellos de correos, mis libros (regalé muchos a la biblioteca del Puerto de la Cruz), las pocas fotos que me quedan (regalé mi archivo al pueblo de Garachico). ¿Valdría esto algo en el mercado del miedo, en el baratillo de la crisis? Poco o nada. Pero son mis cosas. Nadie las querrá cuando me haya ido a la mierda, pero quizá mis hijas decoren sus futuros hogares con una caja fuerte centenaria o con una pluma Parker gigante, comprada en un rastro del San Telmo bonaerense. O con el busto que me hizo, tan primorosamente a pesar del careto propio, Marta Von Poroszlay, mi querida prima húngara, gran pintora y escultora, que me ha inmortalizado dos veces; una, a pelo, con el referido busto; y la otra, en litografía de extraña técnica, con mi perra bulldog inglesa, "Mentecata". El nombre (de la perra) lo copié de una película de Clint Eastwood, que paseaba una del mismo nombre por la playa de Santa Mónica. ¿Cómo traducir "Mentecata" al inglés?; ¿clumsy, silly, stupid? Ni el Oxford me lo aclara. De mis libros me quedé con un pequeño tesoro que me compré también en San Telmo. No llevaba suficiente dinero y le tuve que pedir prestado a mi amigo el notario García Leis, que se ofreció: las obras completas de Emilio Zola, en francés, con los lomos coloreados a acuarela, con motivos de lo escrito por el autor del famoso "Yo acuso". ¿Recuerdan el caso Dreyffus? Están los tomos sin abrir, porque yo no leo en gabacho.

3.- ¿Ven? Eso de contar la vida de uno es de lo más entretenido. El martes viajo a Barcelona, a cosa de moda. Y me han invitado a Miami. Parece que vuelven las invitaciones para viajar, ya les había perdido el gusto. Nadie se dejaba caer últimamente, aunque en Miami se celebra una reunión interesante y me gustaría poder ir. Pero uno nunca es dueño de sí mismo, al menos no lo es del todo. Dependerá de algunos factores relacionados, cómo no, con la puta crisis. Los pequeños empresarios somos los más azotados por la mala situación económica. Es mentira lo de los incentivos fiscales, no cae ni uno. Los bancos están negados. La publicidad no acaba de llegar. La reactivación no se ve ni de lejos. Alemania ha crecido un 3,5%. España se sigue desintegrando, con Mr. Bean atrincherado -mejor que acantonado- en La Moncloa, dando palos de ciego. Ahora quiere reconsiderar lo de la central de Garoña. Bailan los sociatas la yenka. Un paso adelante, otro atrás. Se pelean unos contra otros. En un país en el que un ministro manda a los servicios secretos a espiar a los ciudadanos, lo cogen cagando y no dimite, puede pasar cualquier cosa. ¿Quieren el nombre del espía mayor del Reino?: Alfredo Pérez Rubalcaba, también conocido como Fredy el Químico. Que Dios nos coja confesados. Es como para echarse a correr. Prefiero, de largo, a José Mota. Es más Rubalcaba que el propio Rubalcaba.

achaves@radioranilla.com