HASTA hace años, en las encuestas oficiales y particulares, el terrorismo era una de las preocupaciones de los españoles. Descendió mucho a raíz de la crisis económica, situándose el empleo como prioritaria. Y por el desenlace sofisticado de un diálogo-negociación con ETA, que supuso en su momento, en la práctica, el desuso del Pacto Antiterrorista, los tribunales de justicia se fueron amoldando a los cambios político-electorales. Era la época del "frustrado" genocidio en la T4 de Barajas, y del asesinato de dos guardias civiles en Mallorca, en 2009.

En la obra "España en la encrucijada. ¿Hacia una segunda transición?" dedicamos un capítulo al fenómeno terrorista español, único en el mundo; y desde luego, en Europa. En cuatro puntos, analizamos algunas de sus raíces. Insistiré en algunos de ellos y añadiré los que me parecen hoy más actuales.

El terrorismo vasco, en su formulación actual, nace en 1959. No estaba como tal fuerza letal en el programa de Sabino Arana. Los llamados "batallones vascos" no se incorporaron a los de la República y fueron derrotados por Franco, pese al pacto de Santoña. Empieza a perderse el temor de Dios para vascos separatistas radicales, aunque se sentían católicos. Y el monasterio de Aránzazu, una obra gigantesca y hermosa, sirvió, en "agradecimiento", de refugio y fortaleza a los primeros terroristas.

Pero la sobrevivencia del terrorismo frente al 23-F está más atrás, como Javier Cercas nos noveló con clarividencia histórica en "Autonomía de un instante". Nosotros ya apuntamos en la obra "Libertad de enseñanza, derecho a la educación y autogestión" (1984) que uno de los errores de la UCD fue delegar las competencias de educación en las autonomías, lo que se gestó en un hotel del barrio de Salamanca de Madrid, con agentes religiosos, laicos y políticos, en 1977.

Las ikastolas ya se habían puesto, anticipadamente, en marcha. Los ministros de Educación, Rodríguez y Martínez Esteruelas, con órdenes directas de Presidencia, ya tuvieron que hacer frente a desviaciones de hecho de la ley Villar Palasí. Hasta la religión, como enseñanza optativa, se convirtió y transmutó en algunos colegios no laicos en adoctrinamiento vasco-separatista. El método era el clásico marxista para ciertas asignaturas: al sumar o multiplicar, siempre salían más vascos como españoles; o en los ríos, o en los autores, los santos, dependían de la geografía o de una historia vasca. Se hizo siembra, auspiciada por la autogestión, para la España residual. Todo ello con la impronta del vascuence, o de la ikurriña, más tarde legalizada.

Gran parte de los niños de entonces (1978) se formaron en ese clima y conciencia de un vascoseparatismo. Estamos recogiendo la cosecha -además de la "kale borroca", hasta hace poco no penalizada-. Los primeros etarras dan paso a los más jóvenes, así formados, y la situación de la juventud, tanto en terrorismo como la violencia sexual, rebeldía, droga, pasotismo... hay que encontrarla en la educación y en el clima familiar. A todo esto se añaden las posiciones gubernamentales sofisticadas frente al terrorismo. Pese a Sarkozy, que ha limpiado Francia de buena parte de su territorio vasco. Porque el órgano de representación política, el PNV, ha sabido negociar su status con aparentes cesiones electorales o económicas. Sacudir los nogales y recoger las nueces. Tampoco los tribunales de justicia han estado compenetrados. Y pese a la doctrina del TC o del de Estrasburgo. A la vez que se producen actos terroristas, se autorizan homenajes a etarras distinguidos. Un alto porcentaje de jóvenes vascos siguen siendo partidarios de la violencia terrorista, que es lo que aprendieron de sus educadores, o de sus padres, y hasta de algunos clérigos.

En la obra antes citada, analizó la naturaleza jurídica de la apelación que hiciera hace años el presidente del ejecutivo al Congreso de los Diputados, autorizando el diálogo-negociación. El cheque en blanco lo sigue teniendo, y aún no se ha registrado otro acto parlamentario de revocación. Finalmente, la reforma que se hizo de la Ley de Régimen Local da pie para poder disolver ayuntamientos regidos por grupos declarados ilegales por terroristas. Será bueno reforzar la seguridad de los cuarteles y la mejora defensiva personal y de medios de la Guardia Civil y Policía Nacional. Pero tal lacra letal en una sociedad democrática tiene raíces más profundas y medios jurídicos que el Ejecutivo y la oposición debieran usar. (Algo más que desplazarse juntos a los funerales).

Si cuidamos las raíces, estaremos en el mejor y acaso único camino para derrotar el terrorismo. Al igual que los incendios se dominan en los inviernos, así el terrorismo hay que combatirlo, además, antes de nacer.