PRIMERO fue la alianza de civilizaciones con los islamistas, que a falta de otros resultados nos ha costado una pasta y ahora nos hacemos amigos de los chinos, a los que ZP ya vendió hace 3 años parte de nuestras reservas de oro. Estos rojos son incorregibles. Se lo llevaron a Moscú en el siglo pasado y ahora lo venden a precio de saldo a los chinos. Menos mal que estos vienen con dinerito fresco, aunque al final se queden con todo y tengamos que acostumbrarnos a comer sopa de bambú, ancas de rana y pato a la naranja, por citar solo lo más comestible de la cocina china. Habrá que preguntar a Indiana Jones a qué saben los ojos de mono y otras delicatessen orientales.

Lorenzo Olarte, listo como una tea, ya lo vio hace años pero nadie le hizo caso. Días atrás, en una tertulia mañanera que tenemos en la Cadena Ser, dijo que supo en China que han descubierto una pócima que alarga la vida 75 años. Mientras él hablaba, hice cuentas y pensé ¡coño, tendremos a Olarte hasta que cumpla 150 años! Vayan preparándose sus ex amigos de ATI, que más sabe el diablo por viejo que por diablo, y Lorenzo, con siglo y medio de vida, ni se sabe cuántos destrozos es capaz de hacerles.

En un postrero intento de enderezar el rumbo de nuestra maltrecha economía, ZP trata de incrementar nuestras relaciones con los chinos e invitó a un viceprimer ministro que llegó prometiendo que un día tendremos nuestro particular Shangri-La. Lo malo es que sus recetas son inquietantes. China está dispuesta a adquirir deuda pública española y aunque los chinos son ya los principales prestamistas del mundo, no me seduce verme hipotecado hasta las cejas con estos señores que, como muestra de la peculiar cortesía oriental, desde su primera visita ya nos amenazan. El viceministro no sé cuantos que nos han enviado como avanzadilla ha dicho que si cada uno de los 1.300 millones de chinos consume una botella de aceite de oliva y beben un vaso de vino, toda la producción anual de España sería para ellos. Y no contento con su sutileza, por si no lo entendimos, añadió que si solo una parte de la población china decidiera viajar a España ocuparían todos nuestros hoteles hasta los topes. Despídanse de las turistas suecas. Menos mal que nos avisan.

Hace unos años, durante una visita a China tuvimos una entrevista con uno de sus viceministros de Economía (los chinos a sus viceministros los cuentan siempre por docenas) y después de que nos explicara el programa económico y su presupuesto, quisimos saber qué porcentaje del mismo dedicaban a gasto social. Se lo preguntamos de mil maneras y siempre respondía con una leve sonrisa, apenas esbozada, hasta que decidió no perder más su tiempo y nos dijo que los chinos son muy trabajadores y saludables y según los resultados de un anterior plan quinquenal habían comprobado que a mayor gasto social, menor rendimiento y mayor incumplimiento de los objetivos marcados para aquellos 5 años. No dijo más, pero tampoco fue necesario hacer otras preguntas. Algo parecido debió de ocurrirle a Felipe González cuando volvió de China repitiendo aquello tan progresista del refranero chino, ya saben, lo del gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones.

Así que a mantener la esperanza, porque no hay mal que cien años dure, y como anunciaron nuestros presidentes, ZP y Rivero, nos irá mejor en 2011, vendrán los chinos e iremos con el Inserso a Shangri-La cuando cumplamos los 150 años con los que Olarte amenaza. Hay que irse acostumbrando, todo a 1 euro y comida china. Adiós al cherne salado y a las chuletitas de cochino con papas arrugadas y mojo. Y al vino, que ya dijo el chino que se lo beberán ellos.