LO QUE ACONTECE en Túnez con la estampida del presidente Ben Alí y la de su mujer, que mandaba tanto como él, ha dejado las calles de Túnez en un enfrascado tiroteo entre el ejército y la guardia leal al expresidente y con un nuevo gobierno no admitido por el pueblo. Ben Alí desalojó del poder al presidente Habib Bourgiba en una maniobra de palacio más que de un golpe de Estado, inaugurando así lo que se llamó el "espíritu del 7 de noviembre", que no acabó de fraguar en avances democráticos, lo que ha motivado las revueltas de última hora, puramente populares, denunciando con violencia el malestar que se vive y sufre.

Para poder dar con todas las claves de este fenómeno revolucionario popular que amenaza con extenderse y emularse por el norte de África, hay un punto de inflexión que ha estado larvado en la conciencia del pueblo tunecino y que se inició cuando el general Rachid Amar fue alejado del ejército por no disparar sobre las revueltas callejeras en las ciudades de Kaserine y Thela, como así le había ordenado el expresidente Ben Alí. Este fenómeno tunecino no es más que el inicio de una hoguera en un país que parecía idílico, cuasi paradisíaco, pero donde se había instaurado una férrea dictadura en la que unos pocos estaban en posesión de la riqueza y el resto, en un país de diez millones de habitantes, en la miseria y descaradamente amordazados. De ahí que para mantener el orden y bloquear las libertades, las fuerzas policíacas cuenten con 150.000 personas frente a los escasos 30.000 que componen el ejército. Ha sido el desajuste social, la pobreza consolidada, la pérdida de la democracia y las libertades, así como el despilfarro visto a los poderosos, lo que ha ocasionado que lo acontecido sea el inicio de la mecha que pudiera prender el polvorín del norte de África.

En Marruecos sucede otro tanto. El poder económico y el político están en las mismas manos, por lo que el 60% de la riqueza nacional está bajo el control y es propiedad de Mohamed VI, lo que ha dado origen a un lacerante desajuste social y a un éxodo del pueblo marroquí, que malvive, hacia otros territorios donde sus esperanzas de una mejor subsistencia estén más garantizadas y donde las libertades no estén encorsetadas y diluidas, cuando no sean inexistentes. Y más aún con un problema candente cual es el del Sahara Occidental, donde una confrontación bélica con el Frente Polisario podría comprometer aún más las arcas del reino alauí. Marruecos, ante una tesitura de estallido social, podría emprender acciones imperialistas-anexionistas para así tapar la boca a los hambrientos y enardecer los ánimos patrios para, de esa manera, eludir los principios básicos de una convivencia democrática.

Libia está en el mesianismo; va ya para cuarenta años de poder imperial de Gadafi y hay movimientos en la dirección de lo que sucede en Túnez; el poder omnímodo del líder libio, aunque el régimen se revista de socialista, es pura tapadera de asilo de un terrorismo contrastado y de una amenaza constante para los países del entorno y aun de los europeos, porque el mandatario libio no ha negado que posee misiles de largo alcance capaces de llegar a París o Roma, y eso sí, en detrimento del bienestar de su pueblo.

Argelia ha pasado por diferentes vicisitudes después de la independencia de Francia en 1962, y tras haber ganado el FIS por amplia mayoría en las elecciones de 1991, se decretó un golpe de Estado y se le eliminó de la escena política, por lo que a partir de esa fecha se ha desencadenado en ese país una lucha sin cuartel entre unos y otros que ha ocasionado miles de muertos. Y también a la espera de lo que acontezca en Túnez, porque detrás de todo esto quienes están son el islamismo radical y cerca el grupo terrorista de Al Qaeda.

Lo de Túnez, visto así, a vuela pluma y sin saber aún la repercusión plena que podrá tener, es un fenómeno cívico-político que se puede denominar revolucionario puramente popular, sin mediación alguna, al parecer, y que se puede comparar con el ayatolismo del Irán en su momento. No obstante, es un episodio este del norte de África de máxima preocupación y expectación ante lo que pudiera estar a la vuelta de la esquina, y que desde Canarias ni debemos perder de vista ni mirar para otro lado.