1.- Amí me habían contado la historia hace años y, desde luego, César González-Ruano no relata los hechos, íntegramente, en sus memorias, ni en sus diarios. Corría el final de los cincuenta y a César lo invitan a pronunciar una conferencia en el Ateneo de La Laguna, cuya presidencia ostentaba, con gran boato, don Manuel González de Aledo, ilustre letrado tinerfeño. César anuncia que viaja a la isla con su esposa y se forma un comité para recibirlo en Los Rodeos, a pie de avión, comité que componían el propio don Manuel, el también letrado lagunero don Ramón González de Mesa y el médico y político portuense don Isidoro Luz y Cárpenter, que había conocido a González-Ruano en Madrid y en cuyo hotel -el Miramar- se alojó el escritor. En la comitiva figuraba también mi admirado amigo Lorenzo Rodríguez Rojas, Lorenzo Bruno, químico y militar de la IPS, a quien todo el mundo conoce como el comandante Lorenzo. Llega el Super Constellation de Iberia y aparece César en la escalerilla, en compañía de una señora despampanante, que saluda con familiaridad a Lorenzo; alguien observa que le dice algo al oído. El comandante la presenta a los ilustres tinerfeños como la esposa de Ruano.

2.- La conferencia resultó de lo más amena, tanto que se repitió en el Instituto de Estudios Hispánicos del Puerto de la Cruz, cuyo presidente era Luz Cárpenter. El miércoles pasado telefoneé a Madrid al comandante Lorenzo, 88 años, para que me revelara la misteriosa conversación con la dama, a pie de avión. "Lo cierto es", dice el comandante, "que aquella no era la mujer de Ruano, sino una cabaretera del Lido, muy conocida por mí. Lo que me dijo al oído al desembarcar fue: "Por Dios, Lorenzo, no me traiciones, que César me ha metido en este lío". La dama fue agasajada y regalada con mantelerías por Aledo y compañía, compartió varias sesiones de té con las señoras y las anfitrionas ponderaron su educación y su discreción.

3.- Cuando los "esposos" regresaron a la capital, Lorenzo no pudo más. Llamó a Aledo y le dijo: "Manolo, ¡un chucho!, ¡han estado ustedes y sus mujeres agasajando a un chucho!". El docto abogado montó en cólera y amenazó con ir a Madrid a pedir explicaciones por la ofensa; pero al cabo de unos días todo se tranquilizó, aunque la querindanga de Ruano dio mucho que hablar a la alta sociedad tinerfeña y los festejos en su honor fueron objeto de mofa general entre las otras damas laguneras que se vieron alejadas de aquellos ágapes. Un cachondeo. Nunca se ha contado esta historia. Ya he dicho que conservo una foto de Baeza relativa a aquella visita del maestro Ruano, en la que puede verse, con él, a Isidoro Luz y al periodista tinerfeño Luis Álvarez Cruz. Lamentablemente, no aparece la barragana. Ruano relata la visita en sus diarios, pero no los detalles.