ADELANTO que estas palabras que ahora comienzo a escribir no van a crear lo que se ha tenido siempre por un artículo periodístico; si tengo en la mente un enorme galimatías con trozos inconexos de temas o asuntos, aquí va a quedar, quieras que no, el mismo jeroglífico. Y si bien es verdad que hace poco les hice saber que imito a don Camilo José Cela en lo de escribir y tachar, escribir y tachar, no es menos cierto que no voy a hacerlo ahora para ser más sincero, más espontáneo, más real.

Quiero referirme, en principio, a dos trabajos de mi compañero sabatino de página, don José A. Infante Burgos. En el publicado en la edición del lunes 27 del pasado mes, "El gordo de Garachico", el autor, jugando con un premio de lotería de Navidad (jugando con las palabras, quiero decir), termina afirmando que el verdadero gordo es el propio Garachico, su aspecto, sus plazas, sus calles, todo lo que le permitió al autor del artículo disfrutar de un premio gordo mientras caminaba por los rincones del pueblo, de la Villa y Puerto, como si de verdad le hubiera tocado en suerte el premio gordo. Sin haber comprado billete alguno.

Me satisface mucho que un forastero destaque las bellezas de mi pueblo. Mucho menos me satisfaría si tales palabras encomiásticas las escribiera un vecino. Ensalzarse uno mismo no tiene mérito. Aunque sea un detalle frecuente.

En la edición del día 19 de diciembre, domingo, me encontré, en este mismo periódico, varias noticias que me impresionaron negativamente. Leo en la página 9: "Cádiz nos ha enseñado que el Carnaval tinerfeño no es el ombligo del mundo". ¿Qué ha ocurrido? Simplemente que hemos sido nosotros, precisamente nosotros quienes hemos casi marginado a Río de Janeiro, Venecia, Estoril, Colonia, Mónaco… para auparnos, sin encomendarnos a Dios ni al diablo, en el número uno del escalafón. ¡Y nunca escarmentamos!

Pero dije que el señor Infante Burgos había escrito dos artículos interesantes, no uno. Voy con el segundo. Lo pueden encontrar ustedes en la página 15 del día 31. Se lamenta el autor de la negativa trayectoria del C.D. Tenerife. Culpa a unos y a otros; pero, además, tiene el valor de escribir: "Por fallar, estamos equivocándonos hasta los comentaristas, trasmutados en pésimos doctores que no son capaces ni de dar con la enfermedad; yo el primero".

A las opiniones del señor Infante Burgos les encuentro yo una base fuerte, una gran apoyatura. Busquen ustedes, si tienen a mano una reciente hemeroteca, cuanto escribieron reiteradamente los cronistas deportivos tinerfeños antes de que la Liga diera comienzo. Según ellos habíamos fichado a unos fenomenales jugadores (yo no los había oído nombrar), teníamos todo un equipazo y eso del ascenso era cosa de coser y cantar. Un paseo hasta llegar a la primera división.

Dije que, por mi parte, ese equipazo y esos fenomenales jugadores me eran desconocidos, pero se ve que tenemos gente muy enterada en estas cuestiones, por lo que se permiten el lujo de opinar así. Con mucha antelación, además. Fue una presunción innecesaria. Algo parecido a lo del mejor Carnaval del mundo.

Más detalles me impactaron en la edición del día 19, domingo: el Editorial, (del que no voy a comentar nada porque se comenta solo. Cada cual, ya se sabe, puede opinar a su aire.), y un titular que aparece en la página 10, acompañado de una fotografía: "Proponen cambiar el trazado del tranvía para recuperar el Cuartel San Carlos". (Todas las fechas que cito corresponden al pasado diciembre). Y me veo en la obligación de preguntar: ¿Cuántos "siglos" han transcurrido desde que fue implantado el trazado actual de la línea tranviaria? Nadie opinó entonces; es más cómodo y más seguro hacerlo a posteriori. Y menos mal que la fachada del cuartel que lleva el nombre de mi Santo no se parece a la de El Escorial, de don José de Herrera, aunque no pueda negarse que tiene su atractivo.

En cuanto a la genial idea de don Ignacio, pretendiente al trono santacrucero, de romper medio puerto para rescatar una vieja playa, ya hemos hablado en otra ocasión. Trazados viarios y playas artificiales, lejos de costar un riñón, salen baratísimos en estos días de crisis.

Hago votos a favor del Club Deportivo Tenerife, para que no descienda. Y para que los Carnavales tinerfeños sean, de una vez, los mejores del mundo. Pero que lo digan los demás.