HAY un entendimiento generalizado que asegura que la llamada "crisis mutante" solo es un proceso limitado a un ámbito territorial concreto. Que golpea en exclusiva a los países del Norte, de América y de Europa. La razón para acotar a ese espacio los grandes problemas económicos mundiales es que China, India, Brasil… siguen creciendo a ritmo de batucada, quizás por sus dinámicas internas, sin inmutarse por la acusada cojera de Occidente.

Pero es que hay un enorme socavón global: la desconfianza y miedo en el capital mundial que se está protegiendo enrocándose en posiciones de escaso riesgo. El gran, el mediano y el pequeño capital tratan de crearse costras defensivas ante la impotencia de los Estados. La subida imparable y brutal del oro es esclarecedora en este sentido o que el petróleo vuelva a cabalgar.

China, porque es China, pero si el dinero se queda en paro jugando a lo seguro y no invierte en aventuras, como de hecho está sucediendo, puede haber una transmisión espectacular y no deseada de la enfermedad. Algunos economistas lo aseguran, el bucle puede producir contagio. Queremos y deseamos salir del mal trago, pero pocos son rotundos en la visión de las luces de la recuperación. En las Islas, menos todavía, porque como decía la magistral Celia Cruz "no hay cama pa´tanta gente".

Hasta el norte de África vive momentos de inquietud. Dice el refrán: cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar. Originariamente, las protestas de los saharauis en los territorios ocupados eran de raíz económica; ahora Argelia se ve asolada por disturbios y actos de vandalismo en protesta -especialmente en los barrios más populares- por la subida de precios de productos básicos como el azúcar, el aceite, la leche, el pan..., que han llevado a las autoridades a reforzar la presencia de las fuerzas de seguridad. Decenas de unidades antidisturbios, equipadas con porras y gases lacrimógenos y apoyadas por camiones dotados de cañones de agua, han ocupado posiciones alrededor de los ministerios. En algunas calles comerciales de la capital la gran mayoría de las tiendas han mantenido sus puertas cerradas. Jóvenes exaltados de entre 16 y 20 años de edad acosaron durante horas a las fuerzas de seguridad, que respondieron con bombas lacrimógenas. La radio estatal anunciaba que las manifestaciones habían afectado en total a trece ciudades, sobre todo a Kabilia, Constantina, Bouira y Tipaza, y la televisión pública difundió imágenes de la destrucción causada.

Por supuesto que con particularidades en cada sitio, en Túnez sucede ídem de lo mismo. La cifra de muertos en los disturbios que se han producido no deja de aumentar, aunque por el momento no se conoce un dato totalmente fiable. Las fuentes varían y hablan de mínimos de veinte o treinta fallecidos en los enfrentamientos entre ciudadanos y fuerzas del orden durante las protestas de raíz económica ante la falta de perspectivas de futuro. Se trata del peor levantamiento desde mediados de los años ochenta por el desempleo y la frustración de muchos tunecinos, que se quejan de no participar en la riqueza del país. Las manifestaciones se han sucedido en numerosas localidades de la región, en Sidi Bouzid y otras ciudades del suroeste tunecino como la de Kaserín, junto a la frontera argelina.

Lo que comenzó siendo una crisis financiera localizada en Wall Street agravada por diferentes explosiones de burbujas inmobiliarias y hundimientos de plataformas productivas, como la de la construcción, toma derroteros de deriva en los que aparecen nuevos planteamientos en torno a los mercados, a la función del Estado y al poder o la impotencia de las instituciones internacionales.

Si el caballo no conoce la brida de sus amos, mal vamos, después de los cincuenta puntos para la regulación del sistema financiero que nacieron el pasado noviembre en Washington en la Cumbre del G-20 y sobre los que se seguirá debatiendo en el próximo encuentro de Londres, se esconden verdaderas dudas con respecto al actual orden económico.

Me temo que había dos tratamientos a aplicar y se ha optado por el menos invasivo u ortodoxo tratando de reforzar el sistema por arriba cuando se viene abajo por las patas. Es posible que la terapia más conveniente fuera al revés, apuntalar por abajo atando por arriba.

Mezclar disturbios localizados con la situación económica planetaria no parece muy responsable, pero les aseguro que no es culpa mía.

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