EN EL ÁMBITO que se percibe como más próximo hay personajes intactos, inamovibles, que se han dedicado pura y exclusivamente a la política, solo lo que han hecho durante su vida, y permanecen tan enganchados a la misma que no sabrían hacer otra cosa.

No cabe duda de que cuando es el esfuerzo, sobre todo el intelectual, el que se prodiga para abrirse paso en la vida, en la lucha diaria y en las relaciones con los demás, todo esto que ha costado muchas horas de trabajo y hasta dinero, cuando no hay becas de por medio, se queda chico cuando se tropieza con estos personajes que, sin comérselo ni bebérselo, solo por familiaje, reverenciarismo o adulamiento, han escalado puestos donde desde ese encaramamiento son intocables, permanecen incólumes y no cesan de mirarse en el espejo de su narcisismo enfermizo, pero, eso sí, altamente productivo, viéndose perennemente reflejados en él.

Han desfilado con un desparpajo apabullante y con paso firme, aunque tuviesen la cabeza en otro sitio por todas las instituciones habidas y por haber. Hoy son expertos en una determinada cuestión y mañana en otra. Y como desde su ignorancia de todo opinan, su conocimiento del mundo además va mas allá de lo que es su tarea diaria. Hablan y entienden de cualquier cosa, su lenguaje melifluo pero torpón no cesa de encandilar a entrevistadores y adulones de todo tipo que se mueven como carroñeros a su alrededor. Como dan de comer y como de ese pesebre se alimentan unos cuantos, se les tolera todo, la crítica no se emite y si se prodiga alguna que otra vez es de una mudez tan absoluta como ininteligible.

Se sabe de la erótica del poder y que desde esa palanca algunos consiguen la gloria; pero a la vez se comprueba que son personajes de trapo, ya que cuando desaparecen del escenario artificial de la vida pública llena de parabienes y palmaditas en la espalda, como apenas son nada, ni nadie, van camino del psiquiatra para que les trate su depresión reactiva al verse desposeídos de ese poder que les tocó en suerte, y no precisamente por sus capacidades.

En la confrontación y en la refriega para situar mejor a la cosa pública deben dar un paso al frente, desterrando ya esos viejos y caducos estereotipos, aquellos que al menos tienen alguna que otra luz encendida; en estos momentos de incertidumbre, andar a oscuras dándose tortazos o cayéndose por la escalera no solo es ridículo, sino también un fracaso que arrastra tras de sí a los demás. En las horas del día a día es cuando hay que tener las entendederas bien posicionadas si es que se pretende salir del marasmo establecido; si no fuera así, se estaría en el más débil quietismo, en un alarmismo constante sin saber hacia dónde dirigir los pasos y ni siquiera ver por dónde hay que correr en caso de estampida general.

Lo característico de los políticos incólumes es que no hay manera de que provoquen su huida de la política, y cuando sus asesores así se lo dicen los ignoran y les recuerdan que son meros lacayos a su servicio y que lo mejor para ellos es el silencio y, como siempre, la reverencia.

En las elecciones que están a la vuelta de la esquina los incólumes no dejarán atrás sus atávicos modales, sus argumentos romos y continuarán más engolados que entonces, metiendo la pata y creyéndose que han sufrido una repoblación cerebral y que desde su nuevo iluminismo procurarán seguir en lo mismo, que es ni más ni menos que constituirse de manera oficial en una amenaza constante para el desarrollo de los pueblos que pretenden dirigir.