LA ECONOMÍA alemana creció un 3,6% en 2010. Todavía no tenemos el guarismo equivalente a España porque faltan los datos del último cuatrimestre del pasado año, si bien se presume que el incremento del PIB español en ese período ha sido del 0,0%. Dicho sin rodeos, la economía española, a pesar del respiro de ayer tras la subasta de bonos portugueses, está estancada.

Los alemanes se jubilan a los 67 años. Los españoles a los 65 y los griegos a los 63. A los teutones no les importa la edad a la que quiera dejar de trabajar cada cual. Siempre, por supuesto, que no tengan que pagar ellos la alegría de la huerta. Por eso les rechinan cada vez más los dientes cuando piensan en lo que les ha costado, de momento, el rescate de Grecia e Irlanda (otro país con impensables e insostenibles beneficios sociales para sus habitantes), y lo que les puede costar, llegado el caso, el reflotamiento de Portugal y de España. Dicen algunos que el rescate de España supondría el fin del euro. No lo sé y prefiero no pensarlo. Sobra añadir que los sindicatos españoles no quieren retrasar la edad de jubilación hasta los 67 años. Lo comprendo. Algo tienen que hacer, aunque sólo sea para evidenciar su presencia, unas organizaciones que reciben millones de euros anuales del erario.

En cualquier caso, olvidémonos durante un rato de las estadísticas. Sobran miles de sucintas anécdotas capaces de explicar por sí mismas el motivo de que a los alemanes les vayan las cosas bastante mejor que a nosotros. Una de ellas ha ocurrido durante estas Navidades en un taller de bicicletas de Tenerife. Su propietario -omito su nombre porque es una persona a la que no le gusta la publicidad, aunque me gustaría citarlo- es un excelente mecánico para los artilugios de dos ruedas. Hacia el 20 del pasado diciembre entró en su taller un turista alemán que suele visitar Tenerife por esta época. Quería que le cambiase todo el grupo de su bicicleta por uno de alta gama. Los aficionados al ciclismo saben de qué hablo. Para los no iniciados diré que se trataba de un trabajo de miles de euros entre las piezas -muy caras- y la mano de obra.

El mecánico hizo el pedido urgente a un proveedor peninsular que se comprometió a servírselo, vía correo urgente, unos pocos días después. Cosas de la vida, el turista alemán regresó a su país el 11 de enero, hace un par de días, con la bicicleta como la había traído. Las piezas no habían llegado por retrasos del correo y negligencia de un empleado del mayorista. Días de fiestas y unas vacaciones de Navidad que comienzan hacia el 20 de diciembre y no acaban hasta el 10 de enero. Si es que acaban, porque mucha gente ya está pensando en los Carnavales. "Esto en mi país no pasa", dijo amargamente el frustrado ciclista. "Si en Alemania hay dos días de fiesta seguidos, correo abre uno". Eso es no saber vivir, hombre de Dios. En España, si hay dos días de fiesta alternos, ni se trabaja en ninguno de ellos, ni tampoco en el que media entre ambos porque hacemos puente. No sean cabezas cuadradas y aprendan a vivir.

No hace falta añadir que esos miles de euros por el trabajo los percibirá un mecánico alemán quizá no tan bueno como el tinerfeño, pero sí residente en un país serio y no en un conglomerado de diecisiete autonomías de opereta. Por no decir de otra cosa.