Los fumadores, de manera consciente o no, se están escudriñando la cabeza por encontrar el argumento definitivo contra la puesta en práctica de la ley antitabaco. Mientras ese argumento no llega, somos testigos de toda clase de protestas y quejas. Unas más acertadas que otras y todas con el mismo propósito: cuestionar la prohibición.

Hasta ahora, sin embargo, no nos ha llegado el comentario brillante y sagaz del hombre de la calle, del ingenio popular, que llegará y sin duda será el más ocurrente y divertido. Cuando una ley regula y restringe la intimidad del individuo, la sociedad siempre ha salido en su defensa. En España siempre ha sido así. Fernando Díaz Villanueva, historiador, cuenta que cuando el Marqués de Esquilache, ministro italiano de Carlos III, prohibió el uso del chambergo y la capa española bajo la excusa oficial de orden público, sancionando su incumplimiento con doce ducados o doce días de cárcel, el pueblo de Madrid se rebeló contra el bando de manera unánime. Ante la desobediencia colectiva, el marqués ordenó a sus soldados salir a la calle con tijeras en mano con la obligación de cortar la forma del chambergo y la altura de la capa. Un Domingo de Ramos eran tantos los chambergos y las capas en la plaza de Antón Martín que los alguaciles se quedaron impasibles y atónitos. El pueblo contestó: "Vamos así porque nos da la real gana".

Hoy, frente a la imposibilidad de fumar, los comentarios y las advertencias son de todo tipo. Unos son políticos: "Nos quieren convertir en falangistas y delatadores". Otros, puramente económicos, llenos de dramatismo: "De qué voy a vivir a partir de ahora si todos mis clientes son fumadores y la mayoría de ellos vienen a mi negocio para echarse un cigarrillo, huyendo de sus casas o de sus oficinas". Y algunos, en su afán por impresionar de una vez por todas, lo comparan con aquel monje benedictino que, comisionado por la Santa Inquisición, iba todos los sábados por la mañana a las riberas de los ríos para comprobar si alguien se estaba bañando; en caso afirmativo, lo delataba por judío converso.

Un filósofo español contemporáneo, de cuyo nombre no me acuerdo, dice que los españoles tenemos por herencia una singular condición de anárquicos en nuestro comportamiento social que nos distingue. En otras culturas y sociedades, si un bando llegase a prohibir a las mujeres que no miren al cielo mientras caminan, para evitar así fracturas de tobillos dada la altura de los tacones, no necesitarán ni soldados, alguaciles o inspectores para comprobar su cumplimiento. En España, ni se bajan de los tacones ni dejarán de mirar al cielo.

Sin perjuicio de la bondad sanitaria de la norma, por ser un hábito perjudicial a la salud y a las estadísticas de la Seguridad Social, la medida pone en franca evidencia al tocino y a todos los derivados de la carne de cerdo, al ser estos fuentes de colesterol y de infartos. Nadie duda de los efectos nocivos del tabaco y la necesidad de disminuir su consumo, por el bien del individuo y de la colectividad, pero el tratamiento del vicio del tabaco como cualquier otra drogodependencia requiere de tiempo, paciencia y respeto.

De hecho, el peor enemigo de una brota, una sama o una vieja elaboradas con mimo y delicadeza es tanto el olor del puro del señor que tienes a tu lado como el de las cuatro señoras que tienes al otro lado que, antes de salir de sus casas, se bañaron en perfume, todos distintos, por cierto, y a cual más potente, a riesgo de que alguien en el medio del restaurante pierda el conocimiento por su efecto mareante y alérgico. Una brota a la Carolina Herrera al igual que una sama al Cohíba son un asco.

Una vez más, nos encontramos ante el conflicto de la libertad y los derechos del individuo en franca contradicción con la libertad y los derechos de la colectividad. El dirigente, en su afán por conciliar ambos, deberá respetar también la facultad y el derecho a elegir.

Cuidemos los pulmones y respetemos el paladar.

Jorge Bastian

Amoralidad

Con cierta frecuencia sientes la necesidad de preguntarte algo, a sabiendas de no tener muy claro cuál puede ser la contestación, más aún si en esta réplica dominará la sinceridad o, como algún que otro listillo, acabarás haciéndote trampa, mirando las respuestas para terminar el crucigrama.

Hay todo un universo relacionado con la moral, con el comportamiento humano en cuanto a su calidad de bueno o malo, a esa cualidad que tiene por objeto educar el proceder de las personas, universo que ignoramos si es conocido y compartido por muchos de esos sujetos que con la palabra o con la pluma pasan parte de su vida dogmatizando de forma cruel y despiadada sobre todo, y muy especialmente sobre todos, como si su irrefutable, su inequívoco discernir les hubiese dotado de la fabulosa capacidad de juzgar con el más ecuánime de los criterios la vida y milagros del mundo entero y, muy en especial, de las gentes que no coinciden en algo o en nada con su manera de pensar.

Debo suponer que conocen la diferencia sustancial que existe entre dos términos, peyorativos ambos, y aunque no lo parezca muy distantes. Se dice que inmoral, en relación con la conducta, es aquella contraria a la moral o a la ética, mientras que amoral, referido a las personas, son aquellas que carecen de preocupación o de sentido moral.

Una valoración sumaria, rápida, elemental, nos obliga a considerar cuál es la significativa disparidad real entre ser "contrario a" o "carecer de".

Hace bastante tiempo, no tanto como el transcurrido desde que comenzamos a decir que constituimos un pueblo plural y que además daba la sensación de que así deseábamos serlo, fue con la llegada de la democracia, con la aceptación de una Constitución, revisable necesariamente y susceptible de perfeccionamiento, lo que nos animó a pensar que teníamos la posibilidad de entendernos. Pero hay una tropilla de impresentables, no siempre desde los escaños políticos, aunque también, que siembran la cizaña a manos llenas debiendo concretar que son fundamentalmente los medios de comunicación los voceros, los que en nombre o en representación de otros crispan sin el menor reparo la relación entre las gentes con lo de "cuanto peor mejor" o "difama que algo queda". Y, sin duda alguna, los mismos de siempre dirán que eso lo hacen todos, buscando una excusa, y no es verdad, por mucho que algunos, repito que a todas luces los habituales, deseen que así lo creamos.

Hay auténticos especialistas en buscar segundas intenciones detrás de cuanto se opine e incluso se certifica documentalmente, y en tal clasificación no me parece oportuno incluir a los que cínicamente aclaran acto seguido que no se les supo entender, que no han sido debidamente interpretados en unos momentos técnicamente dotados de forma tan abrumadora que queda grabado el más ligero murmullo, o el más leve de los suspiros.

Hay infinidad de ocasiones en las que resulta obligado pensar si la desvergüenza de esas personas es tal que consideran al resto de la humanidad carente de la inteligencia suficiente para percibir lo granujas que son. Y es esto el desprecio con el que abruman con sus mal intencionados criterios, con sus insultantes opiniones, cuando no puedes por más que rebelarte. No hay nadie que no pueda ser criticado por algo que en determinado momento pudo hacer. Es cierto que el mejor pendolista puede echar un borrón, pero de ahí a tachar de esperpento vendido al oro de Moscú a personas de conducta intachable, por la única razón de que no piense como el censor, resulta francamente demasiado para los que no hemos tenido nunca espíritu de catón, de crítico severo, muchas veces injusto.

Desearía vivamente que hubiese menor dosis de zafiedad, de grosería, de ordinariez, en aquellos que se sienten con el absoluto derecho a soltar mandobles verbales en todas las direcciones y sobre todo lo que se menea.

José Luis Martín Meyerhans

Cadena de Ilusiones

El pasado día 29 de diciembre recibí un correo de una amiga invitándome a participar en el proyecto Cadena de Ilusiones, que está organizado por la ONG Asociación Canaria de Ayuda a los Niños (ACAN), el gabinete psicopedagógico YEMAYA, que llevan seis años organizándolo, y este año está colaborando con ellos el departamento de la Concejalía de Asuntos Sociales Santa Cruz Más Social.

El proyecto consiste en elegir a un niño o niña de un listado confeccionado por las UTS (Unidades de Trabajadores Sociales) y por el Negociado de Infancia y Familia del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, de los barrios periféricos de nuestra ciudad. Se nos daba su nombre, edad, talla de ropa y de calzado y debíamos preparar un paquete con tres regalos: una prenda de vestir, zapatos y un juguete pedagógico… Pero lo más bonito de esta propuesta no es el regalo en sí mismo, sino que a Sonia, directora del gabinete psicopedagógico YEMAYA, se le ocurrió la bonita idea de que debíamos también escribirles a esos niños una carta cariñosa, como si fuéramos su rey mago, y en ella les felicitáramos por haberse portado bien y animáramos a seguir siendo responsable, obediente, estudioso, etc. Pues bien, así lo hicimos, y al llevar los regalos a un local que el ayuntamiento les había prestado en la calle San Pedro Alcántara, nos encontramos con un grupo de jóvenes (Sonia, Eliezer, David, Raúl, Adrián, Loly, Darío, Sergio, Araquis…) y otros voluntarios un tanto desbordados, haciendo un trabajo precioso, porque su llamamiento había tenido una gran respuesta de entidades públicas y privadas y de más de setecientas personas que habían llevado sus regalos junto con sus cartas. De esta forma, más de setecientos niños y niñas recibieron sus regalos el día de Reyes.

Nosotras nos sentimos tan emocionadas de ver la entrega de aquellos jóvenes que llevaban varios días trabajando en sus ratos libres y hasta bien entrada la noche, porque ellos tienen sus responsabilidades familiares, laborales, etc., pero allí estaban, organizando todo aquel material, así que decidimos ayudarles y poner nuestro granito de arena.

Y aprovecho para hacer una petición, que no pretende ser una crítica, al concejal de Asuntos Sociales de Santa Cruz, Ignacio González, porque creo que debe ofrecer toda la ayuda que le soliciten esas personas que se solidarizan de esta forma con los más necesitados. Y tengo entendido que le pidieron un local cerca de esos barrios para facilitar a esas familias la recogida de los paquetes, y no lo dio. Porque muchas de esas familias no pueden venir hasta el centro por falta de dinero para la guagua o el tranvía. Y si tuvieran ese local todo el año, podrían repartir comida, ropa, material escolar…, que a muchos les vendría fenomenal con las necesidades que hay actualmente.

Pero miren ustedes por dónde, los Taxistas Solidarios, que también colaboran con todas estas campañas, han traído gratis a algunas familias muy necesitadas a recoger los regalos y las han llevado de vuelta a casa.

¡Qué bonito! No sé si esto es el espíritu de la Navidad o es que hay mucha gente buena de verdad. Y lo mejor de todo es que ninguna de estas personas hace esta labor de cara a la galería, ni salen en la Cabalgata de Reyes ni en los periódicos ni en las fotos… todo lo hacen por amor a los niños y niñas y por la satisfacción de hacer el bien a quienes realmente lo necesitan.

Por ello, queremos dar nuestras más sinceras felicitaciones a todos.

Clara Pérez