UNO SE SORPRENDE diariamente de los sucesos que aparecen publicados. Hace unos días, los vecinos de Arico sufrieron un tremendo sobresalto cuando una vecina acudió al cementerio de la Villa y se encontró con que habían abierto cinco nichos y se habían llevado sus huesos. Eso sí, al parecer, los profanadores actuaron sin hacer grandes destrozos y con sumo cuidado quitaron los mármoles sin importarles si eran viejos o recientes. La noticia -ya nos hacemos cargo del tremendo dolor que provoca en sus familiares- entra de lleno en lo que parece algo asentado en la locura de los tiempos y de algunas llamadas mentes, sectas o grupos de velillos con pajaritos preñados en la cabeza. Habría que cogerlos, y si han perdido algún hueso, que pongan los suyos en remojo.

Pero a borbotones aparecen titulares bastante más anormales por significativos: unos atracadores que se quedaron colgados literalmente en un campanario y tuvieron que ser rescatados en helicóptero; un ordenador protegido por el sistema Atlante II que fue presuntamente violado por un hacker o un patacker; un Audi A6, teóricamente del alcalde del Puerto de la Cruz, que conducía sin carné el dueño y presentador de una televisión local; últimamente, la jodida manía de robar cobre cuando estamos en Islas en las que parece fácil detectar a semejantes macromangantes; un conocido empresario que fue presidente de la Cámara de Comercio de Las Palmas, detenido según medios locales por encañonar a su esposa; otro, enchirolado cuando pretendía sacar del depósito municipal de Santa Cruz de Tenerife un vehículo sustraído que, además, portaba placas falsas, según un comunicado de la Policía Local…

Es decir, un disparate perpetuo en un baile de imbecilidades y cosas raras con el que deberíamos tener suficiente para entretenernos comiendo cotufas. Un perro subversivo, un loro que avisaba a los delincuentes o ladrones grabados en su torpeza mayúscula que se traban ellos mismos con la persiana y que son calificados como graciosos por ser los más tontos del mundo. Vaya a internet y véalos liándose de tal manera que prácticamente los policías los reciben ya empaquetaditos con lazo y todo.

Hablo también de fatales casualidades en casos recientes como el del torito de Tejina -mira que esos animales bravos o mansos son grandes y peligrosos- o de peleas como que "arrestan a una mujer que pegó a otras dos en un piso de Santa Cruz", "tres detenidos por el robo de 40 euros a una mujer de 81 años con la que se ensañaron" -abusadora, abusadores y miserables-.

Nosotros teníamos tiendas y en una época robaban día sí y día también. ¡Qué castigo! Una vez violentaron durante los Carnavales en un único establecimiento de Serrano esquina Álvarez de Lugo dos veces en la misma noche; la segunda, dejando un abundante rastro de lo que se descubrió por el sentido del gusto era ketchup y servilletas de un conocido y cercano local de perritos calientes que a esa hora estaba abierto. La policía fue al lugar e identificaron inmediatamente a un negro y a un blanco que habían estado por allí y que, al parecer, colocados como piojos llevaban unas bolsas con un fuerte olor a colonia. Ni qué decir tiene que la tienda era, en esa época, de perfumería; los lajas se habían enchufado un tarro de "macho men" entero, se compraron los perritos y volvieron porque seguramente se les quedó alguna cosa olvidada. Al final, los detuvieron en la calle Miraflores, en donde intentaban comerciar con el botín. Cuando fui a presentar denuncia a la comisaría, a las dos de la mañana, había un fortísimo olor dentro; claro, estaban empapados por allí cerca, efectivamente, un negro y un blanco asomándose a una puerta y diciendo: "¡Queeé passoooó!". Es verdad, fue exactamente así, como en otro incidente, este por completo repudiable, en el atraco con arma de fuego a una entidad bancaria sevillana el día 6 de octubre de 2010. El hecho casi es de una cotidianeidad incluso aburrida, pero uno de los detalles del atraco hace que pensemos inmediatamente en una vieja película española protagonizada por Alfredo Landa, Sazatornil, Pajares, Esteso o Paco Martínez Soria: el atracador se cubría la cara con unas bragas.

Contada la retahíla, no sé si habría que pedir un poco más de seriedad, profesionalidad y rigor. Mejor así, porque de esta manera se esclarecen antes si continuamos con semejante chapucería.

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