EL DÍA que salga este artículo será 7 de enero de 2011, habrán pasado los Reyes de Oriente y colmadas las ilusiones de algunos niños; tristemente no todos, porque en las circunstancias de crisis actual habrá muchos que se queden sin nada, aunque la Iglesia católica y algunas asociaciones humanitarias procuran, al menos en España, paliar esta tristeza.

El pasado domingo 2 de enero se celebró en Madrid la Misa de la Familia, en la madrileña plaza de Colón, que se convirtió ese domingo en destino de peregrinación para miles de familias españolas, especialmente madrileñas -que para este tipo de acontecimientos son únicas-, y europeas que llegaron a la ciudad para participar en esta celebración cristina, convocada por cuarto año consecutivo por el cardenal Rouco Varela. Los organizadores calculaban una asistencia de medio millón de personas, pero estas previsiones se vieron superadas y fueron próximas al millón, aunque la prensa progresita para restarle importancia habla de "miles" de personas. Desde el miércoles 29 de diciembre una gran cruz de veinte metros presidía el altar levantado para el acto. Un gran nacimiento en tamaño natural, como no podía ser menos, remataba la ornamentación de este escenario. Un gran despliegue humano y material acogió a los peregrinos, que asistieron bajo el lema y para mostrar que "la familia cristiana es esperanza para Europa", que significa que la civilización europea, derivada de sus raíces cristianas, tendrá futuro si hay familias cristianas auténticas que transmitan la fe y los valores heredados, todo lo contrario de lo que ocurre hoy en día.

El acto comenzó a las 10 horas con el saludo de los cardenales y obispos europeos, en número de cincuenta, de ellos cinco europeos, y de los fieles presentes, que saludaron moviendo sus banderas identificativas. Entre cardenales, obispos y sacerdotes había más de cuatrocientos concelebrantes. Mientras se realizaban testimonios de diversas familias y de algunas personalidades de cómo se debe transmitir la fe a los hijos, un coro de niños cantó villancicos. A las 11 horas, el obispo de Alcalá de Henares y presidente de la Subcomisión episcopal para la Familia y Defensa de la Vida saludó a los presentes. También lo hizo Kilo Arguello, iniciador del camino neocatecumenal, que intervino varias veces en el acto. A las 11.45 horas, las nueve pantallas gigantes de televisión instaladas conectaron con la radio-televisión vaticana, que conectó a las 12 horas con la plaza de San Pedro, en Roma, para rezar el Ángelus junto al Santo Padre. Después comenzó la misa, presidida por el cardenal de Madrid, Rouco Varela. Como fin de fiesta, una cabalgata de Reyes Magos, acompañada por una banda de música, llegó al altar para adorar al Niño y ofrecerle regalos, y el rey Melchor saludó a los niños presentes. Se tuvo en cuenta toda clase de necesidades, por ejemplo, frente al altar había mil doscientas sillas para discapacitados y enfermos; se tradujeron la palabras pronunciadas al mensaje de signos para los asistentes sordomudos. Se instalaron cincuenta cabinas sanitarias y dos cabinas de lactancia, para poder dar el pecho las madres cómodamente o calentar biberones. El Samur madrileño dispuso de un hospital de campaña, varias ambulancias y una UVI móvil. La Iglesia católica no deja nada al azar; normalmente, todo lo que organiza lo hace muy bien.

Este acto que se ha organizado no va contra nada ni nadie. Es una asamblea de oración para alabar a Dios, darle gracias y obtener de Él una nueva efusión de su espíritu de verdad y amor sobre las familias y sobre la sociedad europea. Según el cardenal Antonelli, presidente del Pontificio Consejo para la Familia, engendrar y educar son contribuciones vitales a la cohesión y al desarrollo de la sociedad. Es justo y obligado proporcionar un apoyo adecuado. Es más, hoy es urgente incentivar la natalidad. Una política miope en esa área podría pasar una factura muy cara en un futuro próximo. Añadiendo que el matrimonio hombre-mujer es una institución de interés público que no debe equipararse ni confundirse con otras formas de convivencia de interés privado. No es justo reducir la familia a una suma de individuos y de necesidades individuales. A este respecto, se refirió a que España e Italia son los países europeos de menos natalidad, insuficiente para mantener a su población (por esta razón, el retraso en la edad de jubilación a 67 o más años). Se hace necesario revalorizar culturalmente la paternidad y la maternidad, así como el trabajo de cuidar la casa y educar a los hijos. Asegurándoles el apoyo económico necesario (en España uno de los más bajos; soy miembro de una familia numerosa de cinco hermanos, y padre de otra, de seis hijos, y en ese aspecto ¡con Franco vivíamos mejor!). Es curioso que en los países nórdicos, creo que en Suecia precisamente, el índice de natalidad es mayor y las mujeres son las que más trabajan fuera de casa; pero la razón es sencilla: el Estado se preocupa de que haya guarderías suficientes donde dejar a los niños y facilita la conciliación del matrimonio con sus trabajos respectivos, proporcionando viviendas y un apoyo económico suficiente. La familia debe ser una comunidad de amor, santuario de la vida y transmisora de la fe, bien que lo está demostrando esta España sin valores morales, sino extraños, en plena crisis, que gracias a la familia se está sobrellevando en muchos casos, con ese paro juvenil galopante y con familias enteras con todos sus miembros en paro que tienen que recurrir a las pensiones y apoyos de los abuelos. Monseñor Ángel Rubio, obispo de Segovia, dice que la familia es la gran escuela de la sociedad, la primera y fundamental escuela de los valores y de las virtudes fundamentales de la vida humana. No puede ser suplantada por nada ni por nadie (y así lo reconoce nuestra Constitución, mientras no se cambie).

He leído bastante prensa posterior al acto del domingo sobre la familia cristiana, y la reacción del Gobierno ante esta gran y pacífica manifestación ha sido prácticamente nula; si la hubieran realizado los sindicatos, no digamos los cuatro artistas adictos al régimen, con otro tipo de reivindicaciones, serían escuchados. Sólo recuerdo las palabras de Elena Valenciano diciendo que la Iglesia refleja con este acto su carácter "misógino", de odio a la mujer. Lo cual, como tantas cosas que se dicen hoy en día, es totalmente falso. En la Iglesia católica, después de Dios y su Hijo Jesucristo, no hay personaje más valorado y querido que la Virgen María, especialmente en España, donde es su Santa Patrona, en cuanto Inmaculada Concepción. ¡Qué poco se ha celebrado!