ESTA NOCHE vienen los Reyes Magos de Oriente, y con el esfuerzo de todos, otro año más, probablemente no falte en ningún rincón del Archipiélago el preceptivo regalito, por lo menos para los críos. ¡Qué ilusión! Es la tradición, y aunque para muchos signifique un obligado gasto difícil de encajar o digerir en los meses venideros, antes se quedarían sin comer que dejar a los niños sin algo.

En cualquier caso, los padres en este periodo de consumo desmadrado han sido medianamente consecuentes con la crisis, y los montantes dedicados, según los datos de consumo en estas fechas, indican que han mermado considerablemente los aplicados a la fantasía o ensoñación. Porque tampoco hace falta gastarse un potosí. No nos podemos abstraer de que el portal ha sido embargado, José se ha inscrito en el paro, María trabaja sin contrato en la esquina en un puesto de compra-venta ambulante de oro, el Niño Jesús ha empezado a salir de marcha o de botellón, los reyes Juan Carlos, Paulino y Mohamed están afectados por sus respectivas concursales y los camellos han sido detenidos con los pajes, acusados presuntamente de tráfico de sustancias dopantes.

Encima, el número 2.011 es primo, con lo que una de las acepciones coloquiales de la palabra -persona incauta que se deja engañar o explotar fácilmente- nos convierte en tontos, bobos o, lo que es peor, en pringadillos.

En matemáticas, un primo es un número natural que tiene exactamente dos divisores distintos: él mismo y el 1. Euclides demostró alrededor del año 300 a.C. que existen infinitos números primos, nosotros. Se contraponen así a los números compuestos, que son aquellos que tienen algún divisor natural aparte de él mismo. La propiedad de ser primo se denomina primalidad. El estudio de los números primos es una parte importante de la teoría de números. Están presentes en algunas conjeturas centenarias tales como la hipótesis de Riemann y la conjetura de Goldbach. Su distribución es un tema recurrente de investigación en las teorías matemáticas: si se consideran números individuales, los primos parecen estar distribuidos aleatoriamente, pero su distribución global sigue leyes bien definidas. Las muescas presentes en el hueso de Ishango, que data de hace más de veinte mil años (anterior a la aparición de la escritura) y que fue hallado por el arqueólogo Jean de Heinzelin de Braucourt, parecen aislar cuatro números primos: 11, 13, 17 y 19. Los arqueólogos interpretan este hecho como la prueba de su manejo desde la antigüedad. Con todo, existen muy pocos hallazgos que permitan discernir los conocimientos que tenía realmente el hombre de aquella época. Hay tablillas de arcilla seca atribuidas a las civilizaciones que se fueron sucediendo en Mesopotamia a lo largo del segundo milenio a.C. y muestran la resolución con ellos de problemas aritméticos complejos. Después, los chinos, egipcios o los griegos, por ejemplo, trataron ya más sofisticadamente de entenderlos y utilizarlos.

Lo que parece evidente es que, en concreto, 2011 nos lleva a la cuesta, casi ahogados por un cinturón apretado al límite de las posibilidades. Las familias, las pymes, los autónomos, las grandes empresas... tienen que apechugar con una subida generalizada de precios y servicios, muchos de ellos básicos e insustituibles.

Las tarifas reguladas de luz y butano se suman al encarecimiento general por encima del IPC de productos y servicios en mercados liberalizados -incrementos aprobados en transportes sobre las tarifas de las guaguas, los billetes de Renfe o los peajes con previsibles nuevas alzas en los precios de los carburantes (vinculados a la cotización internacional del petróleo), los alimentos y la ropa, los tradicionales de los alquileres que se revisan con el IPC y, probablemente, también en las hipotecas, ya que el euribor ha comenzado a recorrer el camino inverso al de los últimos meses y ahora su tendencia es de subida- y al derivado de la elevación del IVA en España, llegando además al mismo tiempo que desaparece una serie de incentivos sociales (el cheque bebé, la renta de 426 euros para desempleados sin prestación), se enfrían las pensiones, se calcula para subir la edad de jubilación, se rebajan los salarios públicos y se inducen los del sector privado, y en territorio fiscal común se suprimen desgravaciones importantes como la vinculada a la compra de vivienda.

Total, que con los Reyes, los primos acabaremos en la cuesta.