1.- La buena gente de mi entorno, y alguna otra que no lo es, pero igualmente buena, me han inundado a ese-eme-eses. Contesto a los que se identifican, porque en algunos aparece sólo el número de teléfono del comunicante y no voy a responder al mensaje de un remitente desconocido. A mí no me gustan los sms, si acaso envío alguno, lacónico, sobre todo para reclamar alguna factura pendiente. Como ya no estoy en edad de merecer, ni siquiera las pibas me desean, por esta vía, sus cariños, que reservan para individuos de edad menos provecta. Así que con el transcurso de los años me voy liberando de esta pesadez, porque pesados son los dos pitiditos del móvil que te anuncian un recadito. Y más pesados los mensajes de paz y de amor que nadie se cree y que todo el mundo envía, a tutiplén. Es mejor una llamada que un sms frío y tópico, que no te deja bien el cuerpo. Pero, bueno, la costumbre se ha impuesto desde que los sociatas ganaron las elecciones pasadas vulnerando la jornada de reflexión y usando el móvil para violar la Ley Electoral. De esto sabe mucho el taimado , Fouché de Fouchés.

2.- Estos días ñoños de la Navidad y final de año no sirven para nada sino para uno cargarse como un piojo y ponerse fatal del estómago. Un amigo se mandó el otro día un tarro de alioli con langostinos (es correcta la expresión porque había más de lo uno que de los otros) y sabe perfectamente que hasta Reyes estará repitiendo el salserío. No tenemos tino para el yantar y ya está bien de jugar a ser jóvenes cuando la juventud ha desaparecido. Mal asunto. Yo sé que no me sienta el turrón porque me sube el azúcar; pero como turrón. El gordo que cayó en Garachico no era yo; fue la lotería. Vicentito Álvarez Gil, a mis espaldas, me llama el Gordo y yo a él, el Fofo. Cosas del cariño.

3.- Bueno, bromas aparte, este año no he viajado por estas fechas, para no tirar más de la crisis. Se queja la gente de que todo va mal. Bueno, algunos no. Los ministros ganan lo mismo; y los diputados y los senadores. Fíjense en el dato: sólo en Santa Cruz hay 3.000 empresas que han cerrado durante 2010. Lo han entendido bien: más de 3.000 pequeños empresarios y autónomos han cerrado las puertas de sus negocios. Y todavía dicen que 2011 será peor. Ellos, los que han echado el candado, respiran tranquilos. Se han quitado un peso de encima. Yo sigo aquí, asomado al balcón, para ver la que está cayendo. Y recibiendo mensajitos de Navidad.