EL TÉRMINO acuñado por Artur Mas de "transición nacional de Cataluña" me pareció justo, correcto y de un calado político no solo interesante sino prometedor. En estos momentos en los que predomina el discurso economicista y todo se reduce a ajustes, recortes y ver cómo se sale del atolladero que se ha propiciado por las incapacidades, embustes y por la tardanza en la toma de decisiones, el que salte al debate una cuestión política de tamaña envergadura como es la mencionada por el político catalán es bueno.

Debate que debe ser transferido a Canarias, introyectado con fuerza dentro de cada uno de nosotros, como pueblo diferenciado y con una cultura que se pretende sea compartida por todos los que aquí habitamos, y que si se llega a ello será el nexo que nos una y que nos disponga a pensar en otro proyecto político más allá del actual.

La Transición española, cuando se verificó, fue aceptada desde el consenso y donde aquellos más radicales y obstinados al principio en no dejar el terreno de sus ideologías, tanto el PC, con su republicanismo a ultranza, como los nacionalistas, con sus proclamas autodeterministas (los que también contaban con el apoyo del PSOE), bajaron el listón de sus exigencias porque de lo que se trataba en aquel momento de máxima tensión era de dejar atrás los resabios de la dictadura y comenzar una nueva etapa donde la democracia se fuera asentando .Y por el camino del consenso y del diálogo el objetivo se logró.

Hablar de transición nacional en Cataluña, una vez superado el debate económico y se introduzca en la conciencia del catalanismo lo que está pactado ya hace tiempo, como es la construcción nacional de Cataluña para diferenciarse y ser Estado, se abrirá una nueva etapa aunque le pese al retrogradismo de alguno en que se tendrá que modificar el modelo actual de Estado recogido en el Título VIII de la Constitución. Lo único, entretanto, si esto no sucede, es que las insistencias de los catalanes y el apaciguamiento de algunos consideren que se establece una asimetría, una confederación catalana, mientras otros continúan con el paso cambiado.

De ahí lo necesario y vital que es pensar en una transición nacional canaria e ir mas allá de un estatuto aun por aprobar y dejar la puerta abierta para continuar trabajando un posicionamiento ante el mundo y ante nosotros mismos mas coherente, más fuerte, más decidido, estableciendo una cohesión Canarias - Estado que habrá que defender con argumentos propios de una historia diferenciada y apoyado en una estructura económica bien estudiada y correcta.

Canarias se encuentra en un momento, como el resto del mundo, de incertidumbre y no podemos dormirnos mientras otros nos adelantan por la derecha y por la izquierda, y lo hacen no desde la amenaza sino desde los pronunciamientos y razones políticas, que las tienen.

Por eso, desde esa misma vertiente habrá que rebobinar la historia y ponerla al servicio de la verdad camino de una transición nacional canaria. Esto nos llevaría a modificar actitudes políticas y cívicas y marcar un objetivo que tendrá que alcanzarse tarde o temprano (el mundo va por ahí), y al que no se puede renunciar como pueblo que somos, y que no es otro que a través de esa transición nacional desembocar en el asentamiento de la nación canaria instituida ya con los ropajes de un Estado.