CONSIDERAMOS importante comentar en nuestro editorial de hoy tres artículos publicados por EL DÍA el último domingo. El primero tiene por autor a Ramón Moreno Castilla y se titula "Jornadas estatales". Dice este canario, gran conocedor del Derecho Marítimo internacional (por lo cual nunca habla de medianas asimétricas ni otras monsergas) que "La fundación canaria Centro de Estudios Canarios Siglo XXI, un supuesto laboratorio de ideas, montado por los embaucadores de Coalición Canaria para seguir distrayendo y confundiendo al personal, celebró los pasados días 24, 25 y 26 de noviembre unas jornadas de reflexión -para consumo interno- con el engañoso reclamo de Naciones sin Estado. Lo que hubiera sido una loable y necesaria iniciativa de estudio y debate sobre la nación canaria, si no fuera porque esa convocatoria ya partió de una premisa falsa, a tenor del título de la misma: "Naciones sin Estado en la Unión Europea. El caso canario". ¡¡Qué gran engaño masivo!! ¡¡Qué enorme fraude político!!".

Ramón Moreno les da una sesión de sensatez a unos nacionalistas que no nos sirven para nada. Para empezar, ni siquiera son útiles para ellos mismos, pues confunden el nacionalismo con la política de todo para su bolsillo. Podíamos ahondar en este asunto de las naciones sin Estado, pero no merece la pena añadir más al extracto que hemos hecho del texto, muy elaborado, de Moreno Castilla, entre otros motivos porque Juan Jesús Ayala, presidente del PNC en Tenerife, también se ocupó de este tema en días pasados. Ambos artículos, el de Ayala y el de Moreno Castilla, nos siguen pareciendo muy importantes porque, como hemos dicho, no puede haber Estado sin soberanía; es decir, sin independencia.

No menos imprescindible para el devenir actual del nacionalismo canario (nos referimos al nacionalismo auténtico, al que busca la libertad de esta tierra, no al de CC) es el artículo de José Luis Concepción, publicado igualmente en EL DÍA del domingo. Es el suyo un texto de corte histórico. Sólo con la lectura de "El patriotismo y la resistencia del pueblo guanche" -ese es el título del artículo- no habría ni un canario auténtico que defendiese a la metrópoli española; ni un solo canario que apostase por la españolidad de estas Islas o por persistir en el engaño de que somos españoles, porque no lo somos. No podemos serlo después de las tropelías que cometieron los conquistadores con nuestros ancestros. "Todavía retumban en montañas y barrancos los gritos y llantos de nuestros antepasados guanches tras la pérdida de su libertad", nos recuerda Concepción al comienzo de su artículo. "Lucharon con patriotismo y valentía contra los españoles para intentar mantener su estructura social y evitar la esclavitud. Pese a su derrota, nunca la dieron por definitiva. Aquel noble pueblo no se rindió de inmediato, pues en todas las Islas hubo sublevaciones en contra de la explotación a la que fueron sometidos en las tierras que antes eran suyas".

¿Podemos los canarios ser españoles con estos antecedentes históricos? No, no podemos, no sólo debido a razones históricas. En la actualidad los españoles se siguen llevando íntegramente las riquezas de Canarias a través de las recaudaciones que realiza su Agencia Tributaria. Esto es sangrante en cualquier momento, pero mucho más ahora porque en estas Islas se está pasando hambre. El pueblo hace colas ante los comedores sociales para comer sólo un plato al día y, por si fuera poco, muchos isleños ya no tienen un hogar donde refugiarse, porque han perdido sus casas debido a la crisis que padece España y Canarias por culpa de Zapatero. Canarias, debido a su desgraciada unción colonial a la Metrópoli, sufre los males de España sin merecerlo. Cornudos y apaleados.

Basta leer el artículo de José Luis Concepción para saber cómo resistieron durante casi cien años los guanches la feroz lucha desatada contra ellos por las tropas regulares y mercenarias de Castilla; cómo padecieron servidumbres y miserias en una tierra que siempre fue generosa a la hora de cubrir sus necesidades vitales. José Luis Concepción, presidente del Movimiento Patriótico, nos muestra cómo un pueblo que vivía pacíficamente fue sometido cruelmente por los que hoy siguen gobernándonos. Incluso los españoles que, en general, hoy están en Canarias sin asegurarle al pueblo canario que va a ser reparado, moral y materialmente, por el crimen y los saqueos (todo un genocidio) que perpetraron los conquistadores contra sus antepasados, deberían ser conscientes del mal, de la crueldad que los españoles de aquel tiempo cometieron contra los nativos, nuestros padres, que constituyó un delito de lesa humanidad que, como tal, sigue vigente. Esa conciencia peninsular puede influir y ayudarnos en la calle, en los centros de poder españoles, para redimirse ellos y hacer justicia a los canarios.

Pero no sólo los patriotas canarios se indignan ante un holocausto del que hasta hoy poco se ha hablado, porque España ha hecho cuanto ha podido para silenciarlo. También son conscientes de la barbarie algunos peninsulares que residen entre nosotros y justifican nuestras ansias de libertad y soberanía. Tal es el caso del periodista y escritor Fernando Gracia, hermano de José Carlos Gracia (ambos estimados colaboradores de esta Casa). Fernando Gracia siente en sus propias carnes el suplicio que sufrieron los guanches y el tormento que siguen padeciendo los canarios actuales; unos nobles habitantes de estas Islas, antes afortunadas y hoy desgraciadas, que siguen esclavizados administrativamente. Pese a ser esta esclavitud más llevadera que la de nuestros antepasados, la indignidad con la que nos vemos sometidos al español es la misma. Seguimos sojuzgados por los peninsulares y, sobre todo, por los godos. No como tales españoles, sino como sucesores de los invasores homicidas.

Recoge Fernando Gracia en su artículo unos sublimes versos del poeta Viana: "Tenían todos por la / mayor parte / Magnánimo valor, / altivo espíritu, / Valientes fuerzas, / ligereza de brío; / Dispuesto talle. / Cuerpo giganteo; / Rostros alegres, / graves y apacibles, / Agudo entendimiento, / gran memoria, / Trato muy noble, / honesto y agradable, / Y fueron con / exceso / apasionados / Del amor y provecho de / su patria"

Un pueblo noble, como decimos, inteligente, laborioso y hospitalario masacrado vilmente por quienes llegaron de otro continente para arrebatarles su tierra, su libertad y hasta su vida. En un intento de devolverles su tierra, su libertad y sus derechos a los canarios de hoy, estamos esperando a que la ONU se pronuncie sobre los países colonizados y su independencia. Sin embargo, aunque ese es nuestro apoyo político básico, el hecho de que al final lo consigamos depende de nosotros mismos; depende de que tomemos conciencia de que somos seres humanos y no lacayos de los españoles. Aunque existe buena relación entre españoles y canarios actualmente, la realidad es que somos lacayos de los españoles. La distancia, las circunstancias geográficas y hasta étnicas, por no hablar de nuestras ventajas geoestratégicas, nos separan de España. Por eso no somos españoles y nos sentimos lacayos de los que, por la fuerza, nos mantienen sometidos como comunidad autónoma de una metrópoli que está en otro continente a 2.000 kilómetros de distancia.

Paulino Rivero, presidente de la Comunidad autónoma, debe actuar en consecuencia porque está en una posición inmejorable para hacerlo en virtud de su cargo. Si no lo hace, la mala conciencia lo atormentará durante toda la vida. A Paulino Rivero le tiene que constar que no es español, al igual que no lo somos el resto de los canarios. A la fuerza sí, pero en realidad no. No somos una comunidad autónoma española ni nos encontramos en un territorio que forme parte de España. Paulino Rivero, que desciende de una rama guanche de Tenerife, al igual que Ana Oramas de Doramas, tiene en sus manos la solución de Canarias. Por la vía de la ONU y su Comité de Descolonización de los Pueblos, o por la vía de la negociación directa con los españoles, ya que España es un país de Derecho aunque algunos de sus mandatarios son muy déspotas, o por la vía de la rebelión en la calles (rebelión sin armas de sangre), conseguiremos la libertad. Hoy todavía nos parece un sueño. Cuando despertemos y nos veamos libres, nos daremos cuenta de que no estábamos soñando sino persiguiendo algo posible y hermoso: la libertad de la que gozan los españoles, los europeos y los habitantes de cualquier país que no esté sujeto a la dominación por los hermanos lobos.