TODAVÍA retumban en montañas y barrancos los gritos y llantos de nuestros antepasados guanches tras la pérdida de su libertad. Lucharon con patriotismo y valentía contra los españoles para intentar mantener su estructura social y evitar la esclavitud. Pese a su derrota, nunca la dieron por definitiva. Aquel noble pueblo no se rindió de inmediato, pues en todas las Islas hubo sublevaciones en contra de la explotación a la que fueron sometidos en las tierras que antes eran suyas, aunque hubo una minoría que tomó parte de los repartimientos.

Al término de la brutal conquista, miles de guanches se refugiaron en las cumbres a la vez que se acogían a la protección y solidaridad de los "bandos del sur" en Tenerife, aquellos que por haber ayudado a los conquistadores disfrutaban de libertad, pese a que parte de ellos también fueron esclavizados. Según el ilustre historiador Antonio Rumeu de Armas, "su incorporación a la sociedad naciente, en régimen de libertad, será obra del tiempo, tardando en producirse varias décadas". Debemos recordar que los nativos que no combatieron a los conquistadores tuvieron mejor trato que los otros, pese a los abusos a los que fueron sometidos tras ser engañados, pues la mentira y la traición fueron las principales armas de los invasores.

Contrariamente a lo que muchos creen, los guanches no fueron sometidos inmediatamente al término de la salvaje conquista de los españoles, ni durante las primeras décadas de la colonización. Unos se integraron relativamente rápido en la nueva sociedad impuesta, pero la mayoría siguió practicando sus costumbres ancestrales o se alzaron y organizaron al margen del nuevo orden establecido. Los mejores ejemplos los tenemos en La Gomera, El Hierro y, principalmente, en Tenerife, donde en 1502 llegaron a constituir un nuevo menceyato (reino) insular con base en el sur, el de Ichasagua, mientras continuaban ocupando los dominios de El Teide, que llegó hasta mediados del siglo XVI, pues está documentalmente demostrado que los españoles que se acercaban a Las Cañadas desaparecían o tenían que huir. El propio Rumeu de Armas dice que en 1499 "la situación fue sumamente grave por el gran número de indígenas alzados que se habían acogido a las montañas".

Los indígenas de La Gomera llegaron, incluso, a matar al conde de esa isla ochenta años después de la llegada de los europeos, por los excesivos abusos de ese déspota. En Tenerife, la mayoría de los guanches estaban obligados a trabajar para sus amos durante diez años para poder obtener la libertad y los castigos eran muy severos. En el año 1504 se publica que todos los guanches libres "se pusyeran a trabajar a soldada y que saliesen de donde andaban alzados y fuera de poblado con cargo que non lo cumpliendo serían cativos por cierto tiempo". El Cabildo también acordó otras medidas que nunca pudieron llevar a la práctica "que porque los pastores guanches son ladrones y roban toda la ysla y destruyen los ganados". Acciones que los nativos justificaban alegando que ese ganado era antes de ellos.

Hubo guanches, los que se acomodaron, que desde el primer momento colaboraron con los colonos que comenzaron a explotar esta tierra, y otros que se negaron o alzaron, pues nunca perdieron las esperanzas de echar a los españoles y recuperar la libertad, sus tierras y ganado. Fenómeno que, salvando diferencias, se repite en el presente. Hoy, algunos siguen al servicio de los colonizadores, como una en Madrid, descendiente del valeroso patriota Doramas, cuyo hijo Juan Oramas vino a la conquista de Tenerife, donde se casó con una hija del mencey Bencomo.

Peor todavía es el comportamiento del capataz de esta rentable finca española, igualmente descendiente de una estirpe guanche, pues él y los demás medianeros permiten que el Gobierno español recaude en Canarias unos 6.000 millones de euros y que también se lleve casi 3.000 millones de ganancias en la Seguridad Social, mientras mucha gente pasa hambre, se reducen los servicios sociales y se debilita la asistencia sanitaria. Por eso ahora han surgido nuevos "alzados" que luchan para recuperar lo que es nuestro, para impedir que se sigan llevando el dinero que nos pertenece. El patriotismo y resistencia del pueblo guanche es el mejor ejemplo a seguir, aunque empleando las armas del derecho, la razón y la diplomacia. La añorada libertad de nuestros antepasados llegará y disfrutaremos de soberanía y progreso.

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