HACÍA tiempo que no disfrutaba tanto. Ni imaginándolo hubiera salido mejor. Por momentos no sabía lo que era aquello. Parecía una partida de pin ball. Con todos los especiales encendidos. Velocidad, toque y tiro. Llegué a pensar que de nuevo había vuelto el Sporting -con los reservas, je, je- "a entregar otro partido". Pero no. Ni los asturianos, ni los andaluces del Almería a los que les caían ocho sólo una semana antes. "¿Ocho? ¿a ver si los meten el lunes?", dijo el fanfarrón.

El mismo que osó dar un empujón al entrenador del Barça cuándo éste recogió un balón que había salido del campo, y cuando el portugués fue a cogerlo, amagó con dárselo y se lo envió a otro jugador blanco. El gallo se calentó y empujó a Guardiola. A papá no se le toca, querido. Enseguida un enjambre de "pezqueñines" rodeó al simpático polvorón pidiéndole explicaciones de por qué se había atrevido a tocar a su entrenador. Pedro fue uno de los que le llamó la atención con vehemencia y en ese momento es cuando volvió a salir la vena más prepotente de Cristiano: "¿Y tú quién eres?", le espetó el internacional portugués al delantero canario del Barça, acompañando su penosa pregunta con un par de empujones al bueno de Pedrito, lo que enervó aún más los ánimos de sus compañeros. Si hay un jugador que se ha ganado el cariño del vestuario barcelonista ese es Pedro, por su sencillez, por sus ganas, por sus generosidad, por su eficacia, por su rentabilidad, por su humildad.

Pues… ¿quién es Pedrito? Un chico de Abades. Un campeón de todo. Un jugador mucho menos mediático que tú, pero con un palmarés que, para su juventud, 23 años, es espectacular: hexacampeón con el Barça (Copa, Liga, Champions, Supercopa de Europa, Supercopa de España y Mundial de Clubes), además de Campeón del Mundo con la selección española.

Sin duda, Cristiano pensó que Pedro no era nadie porque no sale en televisión, no promociona grandes firmas de ropa y no aparece día sí y día también en la prensa rosa. No, Pedro no hace ese tipo de cosas. Él se dedica a jugar a fútbol y a marcar goles, goles en muchos casos decisivos, de los que valen títulos. Quizás podrías aprender un poco de ese jugador al que desconoces. Ese que, al contrario que tú, aparece en los partidos importantes. No hace bicicletas. Pedro ha salvado al Barça solito. Más de una vez. Y si se pareciera algo a ti te hubiera respondido: "Hola, soy Pedro, campeón del mundo, campeón de Liga y además te acabo de ganar por 5-0. Luego te firmo una foto, machanguillo". Hay algunos que no aprenden, que creen que son más que el resto. ¿Y el resto?

Blanco roto.

Los dos títulos valen para fijar esta humillación de manita y rima fácil del Madrid en el Camp Nou. Sumas dos arrogancias infinitas, las de Flo y Mou, y un montón de millones de euros, y te sale un cinco a cero. El Real se dio un baño de realidad. A Mourinho le llegó (unas semanas tarde) su San Martín, pero le llegó. La mayor derrota de su carrera de entrenador ultradefensivo. El credo de Mou es terrible con el espectáculo. Viene de Irureta y de Clemente, de ese fútbol cutre con el autocar delante de la portería. Al fútbol de verdad se juega con la pelota. Y el Barça de Pep la tiene amaestrada para la historia. Mou juega a no jugar y alguna vez tenía que perder como se merece. Cristiano sin balón se puede dedicar a los cien metros del atletismo. No vale para otra cosa. Aparte de para caer mal. La impotencia merengue se retrató en el matonismo de Sergio Ramos. Al Barça le salió todo el fútbol de ganchillo de sus locos bajitos. A Xavi que le den dos balones de oro, no uno. Pedro -como dice César Casal- es "un espermatozoide suelto en el orgasmo del gol". El Madrid gastó una millonada en Benzema en vez de en Villa. Y Villa, el que no metía un gol a nadie, se lo pagó con dos goles en la mina del área. Mou se llevó una bofetada de cinco dedos en su cara de dios de barro recocido en asfixiante vanidad. El luto en la India es de color blanco. Como esta semana en la capital del reino.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es