¡SÍ, EL GALEÓN español se hunde irremediablemente! Y no se trata, como en tiempos de las colonias americanas, cuando aquellos navíos repletos de oro y piedras preciosas, producto de las rapiñas en aquellos confines, zozobraban en alta mar, o eran atacados por piratas; aunque la mayoría arribaban a los puertos de la España imperial con sus tesoros, para llenar las arcas de la Corona. No. En esta ocasión, es otro tipo de naufragio: el de un gran "galeón" construido en astilleros españoles, con mayor calado, doble eslora y más manga; que representa gráficamente el devastador saqueo al que está sometida Canarias por el depredador colonialismo español, que no cesa.

Pero en realidad, y aunque esa España retrógrada no se dé por aludida, es el propio colonialismo español el que tiene una enorme vía de agua, imposible de taponar, producida por la Resolución 1514 (XV) de la ONU; que unida a su pasado y pesado lastre histórico, le llevará, inexorablemente, a las abisales profundidades marinas del Archipiélago Canario. ¡Que es la primera y última colonia de España!

Anacrónica e insostenible situación, de la que esa Europa "moderna" y "civilizada" es responsable subsidiaria y encubridora de las atrocidades y latrocinios del colonialismo español en Canarias, del cual se beneficia. Esa decadente Europa de los 27, que nos considera una región ultraperiférica (RUP), junto a los territorios DUM franceses, Azores y Madeira. Lo que constituye un perverso eufemismo de colonia, al corroborar tácita y explícitamente la extraterritorialidad de Canarias que España, en clara y cínica contradicción, se niega sistemáticamente a reconocer, alegando que somos una "Comunidad Autónoma española"; que sustituyó a la también ficticia "provincia".

Y entre naufragios y hundimientos, es interesante traer a colación al prestigioso escritor de la posguerra europea Walter Laqueur, quien publicó en 2007 un lúcido estudio sobre las causas de la decadencia europea titulado: "The Last Days of Europe" ("Los últimos días de Europa"), de rabiosa actualidad; y que todavía, que yo sepa, no se ha editado en España, dado que no queda bien parada del agudo análisis del autor, que deja constancia de su rol en el "landslide" (desmoronamiento) europeo. El contexto sociocultural que expone Laqueur es motivo para reflexionar sobre los problemas que aquejan a España (y por "imperativo colonial", a Canarias), que no comparte con ningún otro país de Europa, lo que hace de su situación un asunto extremadamente grave.

Una España en la que, a los 32 años de aprobarse una constitución supuestamente democrática, sigue sin cerrarse su modelo de estado, lo que se ha traducido en una dinámica de descomposición, y en un serio peligro de "balcanización". Todo, por un arrebato de originalidad españolista con el que se puso en práctica un modelo, ciertamente novedoso en el constitucionalismo comparado, al inventar el llamado "estado de las autonomías". Cuya materialización ha consistido, fundamentalmente, en ir desposeyendo al Estado, paulatinamente y sin pausa, de sus competencias, creando a la vez fronteras interiores basadas en exclusivismos artificiales y en diferentes niveles de bienestar. Mientras que a Canarias, a 2.000 Km. de distancia de la capital de la metrópoli, solo llegaba el "reconocimiento" de su "lejanía e insularidad". Y no se olvide que en el proceso autonómico español, a Canarias se la metió de cabeza por el Artículo 149 (cumplimentado con la esperpéntica LOTRACA), ante el pánico cerval al resultado del referéndum que implicaba la vía del Artículo 151, por el que accedieron los denominados "territorios históricos", y la misma Andalucía. Y para colmo, España pretende ahora extender hasta nuestro Archipiélago las virtuales 200 millas de su inexistente ZEE; ¡cuando desde la costa meridional española, hasta Lanzarote, la Isla más septentrional de Canarias, hay una distancia de 1.000 km!

España es, por otra parte, el único país de Europa con un terrorismo propio (el de ETA, que los nacionalistas vascos llaman "movimiento de liberación"), de carácter independentista, donde sus miembros y simpatizantes están en las instituciones del estado y reciben ayuda de los presupuestos públicos. Asunto interno, que para los patriotas canarios, al menos para mí, es un conflicto bilateral entre Euskadi y España.

Pero sobre todo, en la España "idílica" existe un hecho de gran relevancia social: el pueblo español cree que vive en una democracia consolidada, cuando la realidad es que el llamado Estado español es una partitocracia bipartidista. Las "elites" políticas españolas transmitieron al pueblo español que la "transición política" se había terminado con éxito y que todos se habían convertido en "demócratas de toda la vida". Se había conseguido un hecho espectacular; y lo que otras naciones habían tardado siglos en alcanzar, España lo había conseguido en una "década prodigiosa".

Así, se instaló en el seno de la opinión pública española la certeza de que era madura, y que estaba bien informada, que había una clase dirigente experta y con sentido de estado, que funcionaba la separación de poderes y actuaba como la fortaleza de la democracia, dado el vigor y prestigio de sus instituciones. ¡Todo era pura falacia! (ver "Un Estado forajido", EL DÍA, 10 de octubre 2010). Porque un largo periodo de crecimiento económico y bienestar material enmascaró durante años la metástasis que corroía a España; y el fin de los sueños se produjo el fatídico 11 de marzo de 2004, cuyos efectos y hechos posteriores sería ocioso comentar aquí, por ser archiconocidos.

En definitiva, y como señala Laqueur, Europa toda está enferma; y dada su debilidad, jugará en el futuro un modesto e irrelevante papel en los asuntos mundiales. El bajo nivel de natalidad y una inmigración descontrolada es un cóctel letal para los europeos y para cualquier sociedad. España sufre esa misma enfermedad (que contagió a Canarias), agravada, además, por su propia deriva centrífuga, que puede acelerarse al ampliarse las desigualdades sociales por la galopante crisis económica. La sociedad española, pues, está muy enferma y su mediocre clase política es incapaz de encontrar el antídoto y el tratamiento adecuado; ya que, sin excepciones, se embarca en una huida hacia delante, alabando ese artificioso "estado de las autonomías", y evitando toda referencia ética. Y como los españoles son así, y no escarmientan, todo hace indicar que "The Last Days of Spain", precederán a los del resto de Europa. ¡¡Naufragio total de la flota!!

Aquí, en la colonia, seguimos padeciendo a esa España rancia y decrépita, que nos arrastra al precipicio; atrapada en sus propias contradicciones, y presa aún del "síndrome del 98" por la pérdida de las colonias. Unos territorios allende los mares, llamados eufemísticamente "provincias", a los que no tuvo ningún reparo en arrasar y esquilmar de forma inmisericorde y despiadada, ¡como hace con Canarias desde siglos! Ya lo decía mi admirado Jorge Luis Borges: "Entre Portugal y España, que en 1493 se repartieron la mar océana más allá del Estrecho de Gibraltar, existe una gran diferencia: mientras Portugal es un país melancólico porque sabe que ha perdido su imperio, España, a estas alturas de la historia no se ha enterado que ha perdido el suyo y sigue tan campante".

¡Y Canarias es lo último que queda ya de ese añorado imperio español, más abajo de las "Columnas de Hércules"! ¿Para cuándo nuestra descolonización?

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