CUANDO no cuadra otra cosa mejor, fuera de la caja tonta, suelo ver el programa de humor de Buenafuente. Es difícil que todos los días tenga alguna risa que sacarte, pero lo consigue en mi caso. Es muy bueno el jodido, natural e inteligente; mete sus puntas malvadas, pero, en general, conduce su humor con un estilo de mucha categoría. El otro, su colega de show Berto, también es un puntal. Normalmente, en una sección del programa de la Sexta, entrevista a alguien conocido, y en este caso que comento entrevistó a Ken Follet (traducido Kete Follen).

Sí, el escritor de Gales que compone tochos como "Los pilares de la tierra" de grandes. Hace poco dieron en otra cadena una recreación en formato de serie de este textón, que tiene más hilos que una alfombra del Pardo. Con unos cuantos kilos y miles de páginas, cada libro es para retirarse a pensar al monte. Qué bestia. Él solito se carga un bosque cada vez que publica; hay que llevarse el carrito del colegio del niño para mandarse esos estampidos, que además se venden como rosquillas.

Para que se hagan idea, su último cajón, "La caída de los gigantes", ha tenido una tirada inicial de 2,5 millones de ejemplares. En esa historia que cuenta se mezclan personajes históricos reales como el rey Jorge V, sir Edward Grey, secretario del Foreing Office, y Winston Churchill, con otros de ficción como Billy Willians, que trabaja desde los 13 años en las minas de carbón de Gales, y su padre, David Willians, destacado miembro del sindicato minero.

Ken es laborista, está implicado en política y su segunda mujer, Barbara, es, o era, miembro del Parlamento. Lo que más me sorprendió es lo divinamente que canta. "Es alucinante, nunca pensé que cantaría así de bien... creo que me acabo de enamorar", parece que comentó el bueno de Andreu.

Muy diferente es el peruano Vargas Llosa ("La tía Julia y el escribidor", "Pantaleón y las visitadoras", "La fiesta del Chivo"), también metido hasta los tuétanos en política, creo que no canta y tampoco descansa: "Sólo duermo dos o tres horas por la noche, a veces menos", pero en la escritura es más técnico, quizás más de ladrillos que de bloques. Un premio Cervantes, un premio Príncipe de Asturias de las Letras y un Nobel de Literatura, entre otros, certifican que, más que vender, utiliza bien el lenguaje. Su última creación es "El sueño del celta", que describe a un héroe, Roger Casement, que es también un ser común y corriente, irlandés de familia pro británica que termina siendo uno de los fundadores del Ejército Republicano Irlandés (IRA). Cónsul británico en el Congo y Brasil, fue el europeo que con más precisión y coraje reveló al mundo las atroces condiciones de las poblaciones sometidas al colonialismo: torturas y explotación hasta la muerte. Cuando lo hicieron prisionero, pusieron en circulación unos "diarios negros" donde se daba testimonio de la homosexualidad, una acusación terrible en la época de la hipócrita moral victoriana.

Mi idea planificada era acabar hablando de moral, y de este tercero, Fernando Sánchez Dragó, que es un buen y profundo tertuliano y que lo que se dice cantar o dormir no lo sé, pero tirarle a la mandanga y jugar con lo prohibido parece ser su especialidad. A ver. Hay unas cuantas cosas tabúes en esta sociedad y que a lo peor en nuestra hipocresía descubrimos que no son tan anormales, pero con las que no se puede jugar o especular ni lo más mínimo. Tolerancia cero. Dice: "Me atraen las teenagers, las adolescentes ya mayorcitas, las jovencitas", y pa''joderla más, en uno de los párrafos del libro (Dios los cría...), señala: "En Tokio, un día, me topé con unas lolitas, pero no eran unas lolitas cualesquiera, sino de esas que se visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rimel, tacones, minifalda... Tendrían unos trece años. Subí con ellas y las muy putas se pusieron a turnarse. Mientras una se iba al váter, la otra se me trajinaba".

Dragó no niega ahora que algo pasó, aunque minimiza. El famoso episodio de las lolitas de Tokio lo matiza: "Estoy seguro de que tenían más de 13 años, por lo pronto e igual podía haber dicho 18 o 10. Se produjo, pero no en los términos literariamente exagerados en que lo conté".

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