CON GRAN BOMBO y platillo, la Armada española ha dado a conocer, a través de los medios de comunicación, unas maniobras realizadas estos días en aguas canarias. ¿El objetivo? Adiestrar a las tripulaciones en el rescate de un pesquero previamente apresado por piratas. Salvando la situación del estamento castrense -que ninguna culpa tiene en el desaguisado al que pretendo referirme-, ¿a cuenta de qué tanto dispendio? Los barcos, las aeronaves y cualquier otro vehículo movilizado para la ocasión consumen combustible. Y a bordo de ellos va personal que cobra sueldos y dietas. Inútil de toda inutilidad, máxime en tiempos de crisis, porque llegado el caso nuestra gloriosa e invencible -que no invicta- Armada no es capaz de rescatar ni a un escarabajo. Y no me estoy refiriendo precisamente a los escarabajos sagrados de Granadilla; esos que han de ser trasladados en un todoterreno convenientemente habilitado y "manejado" por un conductor de probada pericia; me refiero a cualquier cosa que se mueva o se esté quieta en nuestros mares próximos o en los océanos más lejanos. Desde la humillación que sufren casi a diario las patrulleras de la Guardia Civil en las aguas españolas que rodean a la colonia inglesa de Gibraltar, hasta los pesqueros apresados en el Índico -el final del secuestro del "Alakrana" supuso una vergüenza nacional, salvo para Zapatero y Chacón-, la Marina de Guerra española se limita a ver y callar. No porque a sus jefes, oficiales, suboficiales y clase de tropa les falte valor, sino porque la filosofía del buen rollito y el mejor talante los tiene maniatados.

En consecuencia, más que maniobras superfluas -serían de utilidad, insisto, en un país con políticos serios, no con una antimilitarista declarada ejerciendo como ministra de Defensa-, convendría realizar otras que nos entrenasen a conciencia para lo que realmente hacemos muy bien: pagar rescates. Es más: propongo que convoquemos un congreso mundial de expertos en rendirse con las patas abiertas a cuantos terroristas, filibusteros u otra gente de mal o peor vivir tenga a bien secuestrarnos a cualquier ciudadano patrio, tanto si está pescando atún frente al cuerno de África o mismamente, como diría la gorda, repartiendo condones y penicilina en tierras mauritanas y similares. Asunto distinto es el éxito en la afluencia de participantes a un congreso de este tipo, esencialmente porque los bobos ya no se fabrican; excepto en España, claro.

Bueno, ¿y qué más da? Hace unos días anuncié en esta misma sección, tras oír la opinión de un señor muy puesto en el asunto, que antes del 31 de diciembre es posible que ETA anuncie la opción de la vía no violenta para conseguir la independencia de "Euskalerría". Más aún: señalé, igualmente a partir de dicha opinión autorizada, que el reforzamiento de Rubalcaba dentro del Gobierno no se debía a una cuestión de imagen, como se le ha vendido a la opinión pública, sino a facilitar una negociación sin luz ni taquígrafos con el entorno aberzale. Un lector me envió una encendida nota de protesta en la que, entre otras cosas, me preguntaba si me parecía mal que acabe la violencia en el País Vasco. Todo lo contrario. Ojalá llegue pronto el día en que muchos vascos -y también bastantes maketos- puedan salir a la calle sin escolta y sin que les suceda nada. Aunque el precio a pagar también es importante, entre otras cosas porque a los asesinados por los terroristas no hay forma de resucitarlos ni siquiera pagando rescates.