SE EQUIVOCA Carmen Tomás cuando afirma que esta vez el Gobierno de Zapatero no conseguirá distraer a la ciudadanía con sus golpes de efecto. Carmen Tomás es una periodista con envidiable capacidad para diseccionar las situaciones políticas y sociales, pero yerra en la propia premisa: los españoles no necesitan que Zapatero los distraiga de asuntos que les incumben porque habitualmente andan bastante despistados. ¿Recuerdan ustedes aquella famosa frase "yo de política no entiendo"? Se oía mucho en las postrimerías del franquismo y los primeros años de la transición. Escribo postrimerías con minúsculas para diferenciarlas de las Postrimerías del Catecismo (muerte, juicio, purgatorio, infierno y paraíso), si bien ese es un tema ajeno por completo al asunto de hoy.

Siento cierta tentación de salir a la calle para preguntarle a todo el que encuentre si realmente sabe algo de la remodelación del Gobierno central. Quisiera conocer cuántos son capaces de decirme el nombre de un par de ministros -o de ministras- que hayan sido cesados y el correspondiente de sus sustitutos. Un experimento innecesario. Hace unos cuantos sábados asistí a una fiesta privada. Medio centenar de personas y los habituales corrillos que se van formando. Alguien presente en el mío me preguntó qué opinaba sobre la situación política. Vicente del Bosque tiene la suerte de que le paguen por elegir a los jugadores de la selección de fútbol, alinearlos en el campo y establecer las tácticas que deben seguir. Resulta inconmensurable el guarismo de seleccionadores nacionales de corte amateur que hacen el mismo trabajo cada mañana en el bareto de la esquina a la hora del desayuno. La diferencia es que lo hacen gratis. A mí me pagan por opinar, aunque no tanto -ojalá- como se retribuyen los asuntos del fútbol. Se lo comentaba el jueves, entre otras bromas, a Chenti Llorca, apreciada colega de TVEC. Sin embargo, como una opinión no se le niega a nadie, máxime en una fiesta a la que había sido cordialmente invitado, le metí las dos manos al asunto, como diría un cubano habanero, y traté de esbozar un par de ideas al respecto. Pero fue una idea desafortunada. A los cinco minutos advertí numerosas caras que me miraban equidistantes entre la sorpresa, la incredulidad y el temor. Sencillamente les estaba estropeando la noche. Cabía la posibilidad de haber mentido, naturalmente, pero nunca se me ha dado bien jugar al póquer. Una desgracia como otra cualquiera.

Los problemas de aquellas personas, todas ellas con formación superior y empleos de relevancia intelectual, son otros. Cuitas derivadas de su actividad profesional -a todos ellos les pagan no por seleccionar a futbolistas sino por resolver el día a día en sus ocupaciones, que ya es bastante- y hasta de su entorno familiar. El Gobierno de Zapatero les queda tan lejos como el de Canarias. Algo que sabe muy bien el señor del talante; algo, por lo demás, que no se le escapa a ningún político puesto en materia. Por eso nos mean encima, los unos y los otros, cada vez que les apetece. Al menos hasta que entendamos que las decisiones adoptadas por quienes nos gobiernan influyen en nuestra vida cotidiana muchísimo más de lo que creemos. Quizá entonces, pero no antes, empiecen a tener razón quienes piensan como Carmen Tomás. Y lo que es mejor: tal vez entonces ni Zapatero ni nadie se salga tan fácilmente con la suya.