A QUIENES hayan leído el comentario anterior que, sobre la huelga general del miércoles y sus posibles consecuencias negativas, ha ocupado esta columna, les pido excusas por si se me hubieran escapado palabras no bien sonantes del todo, producto de la enorme indignación que me produjeron los abusivos sucesos, más propios, repito ahora, de la Unión Soviética en los peores tiempos dictatoriales de Lenin y de Stalin. Sólo faltó sesinar a los zares, pero es que no había zares en España el 29 de septiembre de 2010, fecha que quedará escrita en la Historia como inolvidablemente negativa y con los peores calificativos.

Los españoles y los canarios nos sentimos cada vez menos españoles con este desgobierno del señor Rodríguez Zapatero que ha sido vencido y humillado por la que podemos llamar horda sindicalista, en cuyas acciones no valen ni las leyes, que son papel mojado y se violan impunemente, ni el respeto a una mayoría ciudadana desprotegida que intenta cumplir lo que mandan esas leyes y acogerse a lo que señalan los más elementales derechos humanos.

El miércoles, durante todo el día, los canales de televisión pública y privados nos estuvieron repitiendo y restregando por los besos, que dicen en La Gomera, los grandes atropellos que los piquetes de los sindicatos cometieron a lo largo y ancho de la Península y algunos de los que llevaron a cabo en estas Islas, donde, afortunadamente, la sangre no llegó al río. Será porque en Canarias somos más civilizados y tenemos sentido de la convivencia y el respeto a los demás.

Pero aquí los abusos y los incumplimientos de las normas estuvieron a la orden del día, y me refiero, concretamente, a la actitud ante el conflicto de una empresa pública, o sea de todos, al pertenecer a una corporación insular. Recordamos a las autoridades cabildicias que una empresa pública, como su nombre indica, tiene la función primordial de servir al pueblo porque para eso fue creada y para eso se sostiene con los impuestos que paga la ciudadanía. Titsa, en este servicio, no puede hacer huelga, y la hizo descaradamente sin respetar los servicios mínimos que estipula la ley. Estuve esperando una guagua de Titsa de la lína 905, en las primeras horas de la tarde del miércoles, durante una hora y cuarto. Pasado este tiempo, pude parar un taxi, de los pocos que no obedecieron la obligación impuesta, abusiva e ilegalmente, de paro por los piquetes, pero el coche tuvo que seguir un raro camino por la calle de La Noria y vías adyacentes, ya que varios vehículos cortaron la calle de Méndez Núñez, la plaza de Los Patos, el paso por la plaza de España y otros puntos sin que la Policía mostrara su presencia para restablecer la circulación. O sea, un caos añadido destinado a castigar más al pueblo. En un país civilizado, huelguistas perturbadores fuera de la ley son detenidos y conducidos a la cárcel. Aquí se les admite y hasta se les ampara por otros huelguistas que andan sueltos para seguir perturbando y burlando las normas. Y a los responsables de Titsa hay que recordarles que si el incumplimiento fue cosa del personal de las guaguas no autorizado por la empresa, se emplee con los infractores el mal o ningún servicio que han hecho a los usuarios. Es lo justo y lo que, como mínimo, merecen.