CONOCÍA por leerlo en la prensa y oírlo por TV, que eran muy altas las cifras referentes a la prostitución en la Península, pero ignoraba que, en Canarias, llegaban a 2.500 las mujeres que ejercen este oficio conocido por "el más antiguo del mundo" que ya practicaban los íberos, los celtas y los bárbaros del norte, entre ellos los visigodos.

Hace unos días, traté también en esta columna el nuevo caso de los prostitutos, que están explotando en la Península algunas mafias que se dedican a traer de Brasil a jóvenes atrayentes para hacerlos trabajar en casas de prostitutos, al igual de los que también mencioné de la ciudad norteamericana de San Francisco, en la que a esos prostíbulos acuden señoras y gays a practicar los servicios correspondientes.

Aquí, que yo sepa, no había ni hay "casas" de prostitutos, y recuerdo de mi infancia -porque los chiquillos sabíamos de eso más que los mayores- que los homosexuales, que casi todos los pibes conocíamos y de los que huíamos, se las arreglaban con pequeñas mafias para no tener necesidad de "casas" de prostitutos.

No cito, por si alguno vive aún o por sus posibles familiares que de nada tienen culpa, los nombres de los homosexuales que eran popularmente conocidos en aquellos tiempos, en que había más de un "barrio chino" tanto en Tenerife como en Las Palmas, que era "terreno nuevo" para la juventud de entonces y, me supongo, de la de ahora.

Un enclave "chino" se situaba en la vieja calle de la Curva; otro, en la calle de Miraflores, que tenía un ramal en la de los Estudiantes, donde se situaba el famoso "Palacio de la Sífilis", que era más bien una casa de citas. Luego estaba la calle de San Sebastián, la también famosa calle del Humo, y, cerca de allí, el Cuartel de San Carlos, del Regimiento de Infantería de Tenerife, que suministraba clientes a varios famosos prostíbulos de aquellas cercanías. Pero, repito, de prostitutos, nada. De chicas muchos en aquellas calles estrechas situadas entre San Sebastián y el barranco de Santos, por el lado del antiguo Charco de la Casona, casi en la desembocadura del cauce.

En fin, todo lo que cuento es historia, más bien para olvidar, pero historia al fin y al cabo, que es parte de un pasado que vivimos no se sabe si mejor o peor que el presente. Habrá que analizarlo cuando pase el tiempo y los años nos den una mayor y mejor perspectiva, porque ahora no es posible saberlo.