ACEPTO y comparto la sugerencia expresada por mi viejo y admirado amigo Monty, quien, en uno de sus siempre acertados e interesantes artículos publicados recientemente en este periódico, del que es asiduo colaborador, aboga por que, en la escritura y, opino, hasta en el lenguaje, se utilicen los antiguos y verdaderos nombres de los lugares de Tenerife, y hasta de todas las islas.

Se refiere concretamente el amigo al barranco de Santos, con motivo de las obras recientemente inauguradas en su cauce, y nombra el sitio como barranco de Añago, sustantivo guanche con que se distinguía, y que, posiblemente, utilizaron para nombrarle los mismos conquistadores, los cuales penetraron en la isla por la desembocadura de ese accidente natural porque era la única parte accesible de la costa del que luego fue Santa Cruz tras acampar las huestes del adelantado Alonso Fernández de Lugo en el llano de Añaza, donde el conquistador plantó la Cruz de la Conquista que dio nombre a la ciudad y que se conserva en la parroquia de La Concepción.

El nombre de barranco de Santos se debe, dice Monty, a un mercenario de las tropas invasoras que debía de tener influencia sobre el Adelantado. Lo raro y lamentable es que la gente culta e influyente que luego pobló Santa Cruz, como la isla toda, no hubiera cuidado la conservación del lenguaje, sobre el que también debieron llevarse a cabo profundos estudios cuando, lamentablemente, se sabe más de lagartos que de lenguaje de nuestros antepasados. ¿Por qué no existe en Canarias una institución que se ocupe del estudio, tan interesante y fundamental para conocer nuestros orígenes, como la lengua guanche? Que se sepa, no existe ni en las facultades correspondientes de la Universidad de La Laguna ni de la de Las Palmas, una tesis doctoral sobre este interesantísimo tema.

Para estos trabajos de investigación nunca es tarde, sobre todo cuando la ciencia y los continuos descubrimientos ponen al alcance de los estudiosos procedimientos que hace unos años ni se concebían.

Como la esperanza es lo último que se pierde, todavía la nuestra, la de todos los canarios, sigue vigente. Queda mucho nuestro por descubrir, por estudiar y por divulgar y, como decía mi paisano el poeta Pedro García Cabrera en aquella famosa copla, "la esperanza me mantiene".