1.- La última vez que lo vi se estaba fumando un puro, en el homenaje al padre Adán y a Lorencito Bruno, en La Laguna, en la casa de los Feria. Aquella reunión olía a viejo; se lo dije a Antonio y rompió a reír. El martes se me fue un buen amigo, un hombre sincero, muy inteligente, emprendedor, a veces incomprendido y buena persona. Si fuera verdad todo lo que cuentan de él, Antonio Tavío Peña tenía que haber cumplido los 150, pero se marchó todavía joven. Antonio era un patriota canario, que desafió al franquismo tantas veces para confirmar su condición del ácrata que dicen que era. Visitó a Cubillo en Argel y cumplió aventuras africanas increíbles. Cuentan -él nunca me lo negó- que una vez embarcó para África un cargamento de zapatos, todos del mismo pie, que compró baratos en un remate. Se los vendió a los ciudadanos de cierto país; y ahora comprendo los esfuerzos de Moratinos para arreglar los pies zambos de los negros de Zimbabue: el responsable del zambismo fue Antonio Tavío, mi amigo, que murió el martes después de sufrir un calvario con una valentía propia de los titanes.

2.- Esta nota necrológica, escrita con mucho sentimiento, la redacto a su estilo: saltándome las normas. Podría contar muchas cosas de él, muy graciosas, pero no quiero que los enemigos de su hija Cristina, los enemigos mezquinos que anidan en los palomares canarios, utilicen la gracia para golpear a su familia. Antonio Tavío fue un gran hombre y muchas conversaciones tuvimos y muchas veces me ayudó cuando lo necesitaba y muchas palabras de ánimo brotaron de sus labios cuando las cosas no iban bien. No hace falta hablar de Lita (así la llamé siempre, de joven), una gran mujer, el mejor complemento de Antonio, de siempre y para siempre.

3.- Yo no voy a entierros, ni asisto a duelos, amigo. Pero a ti te tengo en el corazón, porque siempre diste sin pedir nada a cambio. Porque demostraste tu amistad, tu valentía y tu hombría de bien en tantas ocasiones. Porque fuiste fiel a una palabra fantástica: amistad. Y porque fuiste también un hombre de palabra. La obra queda: una familia estupenda, unas promociones turísticas llenas de audacia y, por qué no, con un toque de locura romántica. Te venía de casta. Tu padre, don José Antonio, al que tuve el honor de conocer, era un crack. Se nos fue Antonio Tavío, con el que compartí inolvidables horas de tertulia e, incluso, programas de radio y de televisión. Porque era un enamorado de los medios de comunicación, que devoraba. Lita, Cristina, un beso muy grande. No lo olvidaré.