SI ESTE no fuera el país del statu quo, tal vez sí; con el entorno que hemos construido, desde luego que no. A nadie le interesa perder su hueco al sol. Racionalizar la Administración pública, aliviar de gastos al Erario, establecer aquí las mismas condiciones que existen en los países más avanzados -esos con los que pretendemos competir, sin conseguirlo- está bien como discurso bonito; nada más. Por eso aventuro que no irá demasiado lejos la propuesta del alcalde de Santa Cruz para reducir el número de municipios tinerfeños; para que se establezcan nueve comarcas. No sé si es adecuado hablar de menceyatos por similitud con las divisiones de la Isla existentes en tiempos de los guanches. No es un mal nombre, aunque eso es lo de menos. Lo esencial es la idea. Y la idea, como muchas que tiene Miguel Zerolo, no es mala. Al contrario: conviene tenerla en cuenta cuando tanto hablan los políticos de economizar.

Sobra decir, porque se ha publicado ayer, que, de momento, el Gobierno de Canarias mira para otro lado y silba. El Gobierno tiene otros problemas, especialmente cuando parece que José Manuel Soria ha decidido dar el paso de conseguir que Paulino Rivero rompa el pacto. Quizá es lo que más le conviene al PP según los habitualmente herméticos criterios de su líder regional. Lo que le conviene a CC es más difícil de vislumbrar. Máxime cuando la gente se le está yendo a la Coalición a razón de 1.500 afiliados de una sola vez. Mal asunto para el nacionalismo vernáculo. Para el nacionalismo oficial, si hemos de ser precisos, ya que nacionalismos hay unos cuantos.

Por otra parte, resulta también sorprendente que José Miguel Pérez, secretario general del PSOE canario, y Francisco Hernández Spínola, portavoz de esta fuerza política en el Parlamento autonómico, consideren ahora necesario eliminar tres consejerías del Gobierno regional. ¿No habló Soria de eso mismo hace un mes y pico? En realidad, el vicepresidente fue un poco más lejos. Dijo que sobraban tres o cuatro. Intención a la que Paulino Rivero se opuso de inmediato. Quitarle consejerías a un gobierno autonómico supone usurparle potestades no ya a un señor feudal, sino a un rey de taifas. Sencillamente, inaceptable. Y lo mismo cabe decir de los ayuntamientos. ¿Qué sería del acalde de Tegueste, por ejemplo, si este municipio se integrase en una gran ciudad junto con La Laguna y El Rosario? Pues que desaparecería, al igual que el primer edil lagunero; y hasta el último. Quién vería a los laguneros llamándose santacruceros, o lo que fuese. Ni en broma.

En definitiva, impera por doquier ese statuto quo mencionado al principio. Ese "deja las cosas como están" mientras vivamos todos. Lo malo es que cada vez son más los que no viven. No viven porque carecemos de eficacia no ya como país, sino como sociedad. Menos municipios, menos Gobierno periférico, menos Administración significa también menos políticos, asesores y funcionarios. Es decir, más paro. Desde luego que sí. Pero conviene no olvidar que a lo largo de muchas décadas hemos creado un empleo burocrático en detrimento del productivo. Algo soportable en épocas de abundancia porque los que trabajan para producir cubren los sueldos de los que lo hacen para administrar esa producción. Sin embargo, con las vacas flacas el esquema se complica.