TENGO un colega que trabaja de manera profesional actuando, por delegación de otros, en los mercados de valores obteniendo una comisión -que corrija todas las inexactitudes que voy a cometer-. En sus argumentos de captación de inversores e inversiones para los periodos actuales de descensos generalizados en las cotizaciones, presenta con ahínco (en su escaparate de hipotéticas rentabilidades a conseguir) utilizar las ventas en corto para ganar dinero aun cuando el valor elegido se pudiera pegar el batacazo. Los equipos especializados de los bancos esgrimen habitualmente la modalidad en sus diferentes versiones en una práctica encauzada en el sistema. Los datos demuestran que, lejos de la teoría, se puede hacer perfectamente, digo, obtener diferenciales positivos con el valor bajando.

Para empezar, se denomina así a una modalidad de operación que consiste en la venta de títulos que no se poseen anteriormente, mediante el recurso llamado "de posición corta". Hasta ahí bien. El vendedor habilitado por un prestamista autorizado y bajo el compromiso de atender la posición o devolver títulos equivalentes en la fecha preestablecida, juega a favor de que comprando más bajo enjugue y supere las probables pérdidas iniciales. ¡Buff, ya huele podrido! ¡Que se prohíba!

Pero hay que comentar que las ventas en corto contribuyen a estabilizar los precios, porque implican una operación inversa a la tendencia del mercado. Al revés del pepino. Si la tendencia de los precios es a la baja, aquellos que vendieron en corto a un precio mayor podrán generar una utilidad al recomprar los títulos a un precio menor. Esto incrementará la demanda de los mismos; si la tendencia de los precios es al alza, la venta en corto producirá el efecto contrario. Su efecto positivo tiene dos caras: 1. aprovechar las tendencias descendentes en el precio de valores; 2. contribuir a la emisión de productos derivados. Pues entonces, ¡que no se prohíba!

Claro, habrá que interiorizar primero lo que realmente es el alma de lo que llamamos bolsa. Ahí se actúa por confianzas o miedos y el vuelo de una mariposa puede tener consecuencias tipo avalancha de nieve. Es como un mercado de apuestas, esto es, como apostar a que un caballo pierda. En este caso vendes acciones que no posees al precio actual, pidiendo prestado a alguien con quien te comprometes a devolverlas con un precio y en un cierto plazo. Obtendrás ganancias si en ese tiempo las acciones bajan, las devuelves al que te las prestó y asunto terminado.

Está muy regulado, no se pueden negociar picos al realizar ventas en corto, y el precio al que se cierra en la operación será siempre una puja arriba o igual a la última transacción, según establecen las reglas para este tipo de actuaciones, sin duda especulativas, aunque en la sustancia del invento.

Ya sé que es difícil de entender y hasta los mejores profesionales patinan continuamente en la complejidad de todas las añadidas sofisticaciones superpuestas. Sería como un badén, pero en realidad ventilando posiciones tomadas sin perras se supone que para luego apañar más barato en la misma especie de juego de acordeón en el que inflar el instrumento puede reportarte mayores beneficios que los que te costó endeudarte para ayudar a desinflarlo.

¿Entonces, las prohibimos o no?

Según algunos políticos, los inversores que tienen altura suficiente para hacerlo con los bonos de los Estados son los culpables y los rastreros especuladores que atacan y atentan contra el Reino de España haciéndole pagar más por la deuda pública y privada. También contra Europa como conjunto. Son malos como la quina y están apostando a que perdemos.

El Gobierno alemán, con su Ministerio de Finanzas a la cabeza, prohibió ventas bajistas en descubierto sobre los diez principales bancos del país, los bonos de gobiernos europeos y los "credit default swaps" (CDS), en una medida a la que se apunta Francia cuando la había criticado hace muy poquito, y que parece señalar un camino con el que no todos están de acuerdo porque consideran que atenta contra la esencia del mercado: apostar a la baja no es un pecado y aporta algo tan fundamental como la liquidez. Prohibir, aunque sea de forma temporal, las tomas en corto se encaja por estos analistas como intervencionismo puro y semejante al de aquel gobernante de Paquistán que prohibió directamente que la bolsa bajara.

Ves, eso sí lo veo.

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