UNO DE ESTOS días subía en el tranvía hacia la plaza de la Paz y en medio de aquel apretujón y barullo, porque era hora punta, una señora le iba chillando al móvil -no sabía que hubiera cobertura en el tranvía- de lo que todos pudimos enterarnos, tal vez muchos sin desearlo: "Ya habéis salido de ésta, ya sólo les queda el pequeño, aunque para entonces a lo mejor ya ha pasado la moda de las primeras comuniones".

Cuando bajé en mi parada y reaccioné, no daba crédito a lo que acababa de oír. En principio, me parece de muy mal gusto hablar por el móvil en lugares públicos, a todo volumen, escuchando todo el mundo lo que se dice, sobre todo si son temas personales. Después me resultó desagradable el comentario que esta señora hizo, de manera ostentosa y poco menos que a gritos.

Ya en el quiosco de La Paz, mientras me tomaba un café, aquello no se me iba de la mente. Entonces recapacité: cabe la posibilidad de que esta señora, en realidad, desconozca el valor de la Eucaristía y de lo que significa, que Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, nos dejó su propio Cuerpo para estar siempre con nosotros, para formar parte de su Iglesia y servirnos de alimento espiritual para anunciar a todas las gentes la buena noticia del amor de Dios y la salvación por medio de Cristo.

Sin embargo, hay que reconocer que, por la forma en que celebramos la mayor parte de los cristianos la Primera Comunión de nuestros hijos, parezca, a los ojos de muchos, como una moda más. Un acto social con todo tipo de lujo y boato: las niñas parecen novias y los niños principitos o "cornetines de órdenes" a la antigua usanza. Es lamentable que ese día prevalezcan el traje, el restaurante, los regalos, los invitados o las fotos. Y, con frecuencia, dejemos en la penumbra el hecho más trascendental e inefable de recibir, por primera vez, en nuestro ser, al Señor.

Una amiga, profesora de Primaria, me comentaba que al comienzo de curso suele tener problemas para que los chicos lleven el material. Sin embargo, el año pasado, que tuteló un cuarto curso, que es cuando hacen la Primera Comunión, quedó abobada con tal acontecimiento. A todos sus alumnos, a casi todos, el día de su Primera Comunión les regalaron un móvil; además, a algunos una bicicleta, una consola Play Station, reproductor mp3, mp4, un ordenador de sobremesa o portátil, televisor para su dormitorio, cámara de fotos, reloj, dinero, para acumular y comprarse un regalo mayor... Pero lo más sorprendente fue que la mayoría de las niñas faltaron un día a clase para hacerse la "prueba del fotógrafo".

Parece ser que las excepciones eran una medalla grabada con su nombre y la fecha de ese día, un simple álbum de fotos, libros para esa edad, una Biblia para niños o un rosario; estos regalos solían coincidir con los alumnos brillantes o estudiosos. No sé si ponen "lista" en los grandes almacenes; para el Bautizo sí que las he visto.

Me da pena que esta Primera Comunión para muchos niños suele ser la última, pues hay familias que se dicen católicas, pero añaden "no practicantes". Además, lo tienen a gala -¡es lo políticamente correcto!-. Sería mejor que dejaran de celebrar estas fiestas si no valoran su contenido esencial, pues si no acuden cada domingo a participar en la Eucaristía, y no digamos del sacramento de la Penitencia, porque al parecer, como "todo el mundo es bueno", se ha perdido la conciencia de pecado y nadie se siente necesitado del perdón.

En este sentido, hasta deseo que pase la moda de estas primeras comuniones. Soy un apasionado de las fiestas familiares, pero en casa y en familia: cumpleaños, santos, bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, fines de carrera, primeras nóminas... pero con sobriedad, devoción y mucha alegría. Esto sí que contribuye al fortalecimiento de la familia y aumenta el cariño por los nuestros -hoy tan necesario-. Esto es fácil si los padres tratamos de transmitir con el ejemplo de nuestro quehacer diario la vivencia religiosa de nuestra fe, esperanza y amor como hijos de Dios y de pertenencia a su Iglesia.

Es necesario que los católicos hagamos una profunda reflexión sobre el sacramento de la Eucaristía y del sentido que le damos con motivo de las primeras comuniones.

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