JUNTO con la reforma del sector financiero del Estado, la medida de bulto por la que se combate en la actualidad a instancias de la UE, OCDE, FMI… y que está poniendo en pie a los sindicatos es la que afecta al mercado de trabajo, y aquí me temo que vamos a protagonizar otro paripé de padre y señor mío. Esto es como un partido de fútbol en el que no hay ninguna jugada de mérito, todo son patadas criminales en el centro del campo. Ya se está teatralizando en entregas semanales, no voy a descubrir la pólvora, la negociación entre empresarios y sindicatos en la mesa para el diálogo social está bichada de antemano. También es verdad que llevan cuatro meses de contactos que no culminan en coito y todo parece consistir en esperar a la fecha de caducidad del 16 de junio, miércoles próximo, en el que el consejo de ministras y ministros tendrá obligatoriamente que aprobar una reforma del mercado laboral al gusto de la exigencia ya planetaria. El desempleo que se produce en España es inconcebible y el de Canarias vergonzoso. Si se pudiera devaluar algo ya se hubiera devaluado. Aquí entran en juego el paraguas implantado y las reglas aplicadas, el sistema productivo y el concepto de productividad, la eficacia y rentabilidad de las empresas o actividades, y al Estado le sucede con respecto a Europa lo mismo que a Canarias con respecto a España, filiales en tercera división de un equipo de segunda.

Los empresarios, representados en la tabla de madera con cuatro patas, probablemente no confiando demasiado, tienen la expectativa de un volantazo. Dicen: necesitamos mercados de trabajo libres, flexibles y dinámicos. Los sindicatos, por su parte, confían en que D. José Luis no se atreva con lo que "sí o sí" se va a entender como un recorte de derechos. Dicen: si con la reforma se "lesionan" los derechos de los trabajadores, se responderá de manera proporcionada, lo que incluye la amenaza de una huelga general.

Todo esto sucediendo en un mercado de trabajo raro, raro, legal y de garantías, proveniente de cuando Franco era sargento y lleno de picarescas e irregularidades al mayor. Los únicos que tienen derechos son los funcionarios o los empleados fijos de las grandes y solventes empresas, de resto hay un guirigay que a veces crucifica al pequeño empresario y a veces deja en tierra de nadie a un montón de trabajadores que se quedan tirados en la ignominia.

El Gobierno filtra y filtra sin parar, por si acaso suena la flauta. El texto que saldrá parece que generalizará el contrato indefinido de 33 días de indemnización para los nuevos empleos, ampliando a otros colectivos (los parados y las conversiones de temporales a fijos) el llamado contrato de fomento de la contratación indefinida, de forma que el ordinario (45 días por año) se mantenga para los ya en vigor acabando de paso con las esterillas de 20 días. Del lado de los sindicatos, el Ejecutivo pretende endurecer las causas por las que el empresario puede acogerse a la contratación temporal. Aunque la legislación las acota, en la práctica esta modalidad se ha convertido en la vía flexible de acceso al mercado laboral. En sus propuestas el Ministerio de Trabajo abogaba por fijar plazos máximos para el contrato de obra (ahora ilimitado) y prescindir el contrato eventual para actividades estacionales cíclicas, como el turismo.

Un potaje en el que la voluntad del Gobierno de tratar de contentar a todas las partes en todos los asuntos siempre jugó en contra; los sindicatos temen que la reforma final del Ejecutivo se decante más por satisfacer las demandas de confianza de los desorientados mercados que de proteger a los trabajadores. En opinión de las centrales, el giro que ha dado el Ejecutivo en su política económica tras aprobar el recorte del gasto social para reducir el déficit no induce a esperar nada bueno.

Y el caso es que a mi juicio, tal como está el paño, así no se soluciona nada. Los insaciables mercados no se conformarán con esa componenda voluntariosa sobre lo que es un globo pinchado. El PP está en plan derribo con dinamita y esto sólo es un síntoma de lo que acaba por donde empezó. Nuevas elecciones. Su coordinador en Economía D. Cristóbal Montoro manifiesta que "el tiempo se ha terminado", y esa es la apuesta.